Niyireth
es una joven que vive inmersa en los libros de género erótico, puede llegar a
leer en un mes entre cinco o seis novelas. Su vida en monótona y ordenada,
nunca le ocurre nada fuera de lo normal. Siempre es la misma historia, del
trabajo a casa y viceversa. Soñaba con ser la protagonista de aquellas
historias románticas donde la perversión estaba a la orden del día. Se podría
decir que el maestro está en la práctica pero Niyireth era una profesional en
muchos ámbitos sexuales en la teoría.
Un
día, el cartero llamó a su puerta. Niyireth abrió y encontró a un señor de
correos distinto al que solía venir a entregar las cartas, éste era sacado de
un libro de los que leía, quitaba el aliento. Le entregó un sobre cerrado con
un paquete. Niyireth firmó nerviosa y despidió con una sonrisa al cartero sexy.
Se sentó en el sofá y abrió primero el paquete, era un libro. Se titulaba “El
Anestesista”, no ponía autor y cuando abrió el libro las páginas estaban en
blanco. Intrigada abrió el sobre sellado con cera de vela, encontró una
invitación.
“Señorita
Niyireth,
Ha sido
seleccionada para visitar la mansión Cumbres Oscuras, por su afición a la
lectura. Un saludo cordial.
Antonio M. Lopez”
Niyireth
se quedó sorprendida, no conocía a ningún Antonio y menos escritor. No sabía lo
que pensar y hacer, pero una sensación extraña se instaló en su interior
deseando ser, por una vez, la protagonista de una aventura. Se dejaría guiar
por su corazón y por las ansias de vivir algo diferente. En el reverso de la
carta venía la dirección y una posdata, “la espero hoy mismo”.
Emocionada,
se levantó a la carrera y preparó una bolsa con lo esencial para viajar tres
horas, eso era lo que decía su GPS. Condujo hasta el lugar, el cual se
encontraba en mitad de la naturaleza. Una gran mansión con jardines idílicos se
alzaba ante sus ojos, parecía sacado de un cuento. Iba a bajar del coche para
llamar al portero cuando las grandes puertas de forja con motivos florales se
abrieron. Sin pensar mucho en las consecuencias entró, sentía mucha curiosidad
por saber que le esperaba.
Llegó
justo a la entrada de la gran casona y paró el coche, se bajó y observó que
había algunas chicas en lencería fina y otras vestidas disfrutando del día
soleado, cada una en solitario. Ese detalle le llamó la atención. Subió la
escalinata y llamó a la puerta. Una mujer muy sofisticada abrió y la invitó a
entrar con una agradable sonrisa.
Niyireth
entró detrás de la mujer, fueron hasta un gran salón donde le pidió que
esperara. Al cabo de los cinco minutos llegó con una bolsa negra y se la
entregó. La joven la abrió y encontró lencería negra con trasparencias y el
libro que le había llegado a casa, “El Anestesista”. Abrió el tomo y vio que
había escrito a mano un capítulo.
“La joven
entró expectante y tímida observando todo a su alrededor, el corazón le palpita
como el sexo le bombea cuando una boca masculina la estimula. Niyireth aprieta
las piernas y se humedece, el olor almizcle llega hasta sus fosas nasales y sus
pezones se ponen duros ante las palabras del desconocido. Desea jugar, quiere
ser la protagonista de su propio libro. Se levanta y cruza el umbral de Cumbres
Oscuras. Una vez entra, se da cuenta que no hay marcha atrás.
¿Aceptas?, si
es así irás directa a la puerta del “Anestesista”, si no eres libre de volver a
tu mundo aburrido donde la novela es la única salida para tu vida.
Antonio M. Lopez”
Cerró
el libro y miró la puerta que tenía enfrente, en la cual ponía “Cumbres
Oscuras”. Se sentía como Alicia en el País de las Maravillas tenía que elegir
que trozo probar para cruzar la puerta a un mundo fantástico. Decidida, agarró
la bosa negra y se dirigió hacia la puerta. Respiró hondo y entró.
Se
encontró en un pasillo ancho, largo y oscuro. Olía a humedad, un cartel
luminoso a su izquierda decía claramente “Cambiarse de ropa antes de avanzar”.
Niyireth se desnudó y se vistió con las prendas de lencería transparente. En
bragas y sujetador anduvo por el pasillo, a los costados había varias puertas.
Le pareció extraño no escuchar ningún ruido, en cada puerta había un nombre
tallado en la madera, “El poder de Satanás”, “Lubricación infernal”, etc.
Llegó
a su puerta, “El Anestesista”. Giró el pomo y entró. La habitación estaba
insonorizada y era bastante amplia. Estaba completamente abarrotada de
juguetes, instrumentos y aparatos como en sus libros eróticos. Una gran cama de
madera y dosel decoraba una parte del lugar. Sin saber muy bien qué hacer, se
sentó en la cama a la espera de que ocurriese algo. Pasaron por los menos cinco
minutos, hasta que una puerta falsa en la habitación se abrió.
Un
hombre alto, de buen porte salió caminando hacia ella. Niyireth observó su
vestimenta. Llevaba puestos unos pantalones vaqueros ajustados de color negro
con unas botas militares de cordones, el torso lo cubría una bata de médico sin
mangas y en el bolsillo ponía “el anestesista”. Su cara la cubría una
mascarilla como la que usaban los doctores en el quirófano. Solo podía verle
esos ojos oscuros que prometían placeres infernales.
Pero
aquella situación no iba a ser una novela romántica, no, si no como indicaba el
nombre eran Cumbres Oscuras. El Anestesista llegó hasta la joven y sin
presentaciones ni palabras la agarró fuerte del pelo por la parte de nuca. La
levantó tirando con fuerza, a Niyireth se le escaparon las lágrimas. No pensó que
aquello fuera a ser Sodoma y Gomorra.
Antonio,
pues era el Anestesista, la empotró en una Cruz de San Andrés. La ató bien
fuerte y le arrancó la braga y el sujetador. Se llevó la ropa interior a la
nariz y aspiró deleitándose con su aroma inocente, después lamió la chochera
que había manchado de flujo Niyireth, al leer el capítulo del libro.
Verle
hacer aquello la excitó. Antonio se acercó a un palmo de su cara, acarició su
mejilla con los nudillos y le puso un dedo en la boca.
―Shhh…
mi inocente Niyireth―habló por primera vez. Su
voz era muy ronca y masculina.
Volvió
acariciar la mejilla embelesando a la joven y sin esperárselo “zas”, un bofetón
que hizo que girara la cara. Dolorida volteó el rostro y, sin darle tiempo a
recuperarse, volvió abofetearla con fuerza. La cara le ardía, la respiración se
le aceleró por el nerviosismo.
―Sabes
por qué me llaman el Anestesista… porque dejo dormido el cuerpo de una mujer a
base de dolor, perversión y placer.
Se
alejó de la joven para ir a buscar una mordaza, regresó y se la colocó en la
boca para no escuchar sus gritos. Se la colocó y se quitó los pantalones. Niyireth
abrió los ojos como los búhos al ver aquel pene gigantesco y con un grosor
desmedido. Un trozo de carne fuera de lo normal. Antonio se tocó la polla para
endurecerla todavía más. La joven negó al ver sus intenciones. Aquel miembro no
cabría en su sexo húmedo y resbaladizo que aquella situación le provocaba. Era
estrecha.
―Esta
es la inyección―habló cogiéndose el pene y
apretando sus testículos dijo―y aquí está la
anestesia.
Con
el pene erecto la embistió sin compasión llenándola por completo, la joven
gritó de dolor y placer, se sentía a rebosar. Las piernas se le durmieron al
sentir el gozo en su cuerpo. Antonio la empotraba abofeteando sus pechos, se
las puso rojas. Sacó su pene lleno de fluidos blancos de Niyireth, se lo había
teñido con su esencia. Tenía el coño reluciente y los muslos pegajosos.
Antonio
pasó la mano por su pene recogiendo su crema, alzó la palma y lamió con
alevosía y una sonrisa lasciva. El juego continuó, el Anestesista cogió unas
pinzas para pezones con sorpresa, daban corrientes. Niyireth tenía el cuerpo
lleno de una fina película de sudor, aquella novela se estaba convirtiendo en
su peor pesadilla y, a la vez, en su mayor morbo.
Nunca
había utilizado ningún juguete para el sexo, sus relaciones solo se habían
basado en meros convencionalismos, ni siquiera le habían comido el sexo. Le
puso las pinzas en los pezones y le dio al botón. Niyireth convulsionó de dolor
y gozo. Con los ojos en blanco, sintió el aliento de Antonio en su sexo, miró
hacia abajo y vio como el Anestesista le lamía su zona íntima. Creyó morir, esa
lengua era un pecado, una máquina de provocar orgasmos. Volvió a sentir las
descargas en las tetas, retorció sus pies para controlar el dolor. Entonces, empezó
un cosquilleo por su cuerpo, un orgasmo estaba a punto de explotar en su
vientre. Pero Antonio paró y así su satisfacción quedó suspendida. Desató a
Niyireth, le quitó las pinzas y lacia entre sus brazos la tendió en el suelo.
Con cinta americana ató todas sus extremidades sin darle opción a movilidad. Volvió
a estar encadenada al placer del Anestesista.
La
ató en posición fetal, se colocó detrás y metió su pene en su sexo sin el más
mínimo cuidado. Folló como un puñetero animal, azotando su trasero hasta
dejarle la marca de su sesión. Había sido sexo duro, pero nunca había tenido un
orgasmo tan placentero como el que acababa de tener. El charco que había en el
suelo era la prueba de que había disfrutado. Antonio sacó el pene de su interior
y se vació en su cara llenándola de semen.
―¿Te
gustaría saber cómo continua la novela?―Niyireth
asintió.
La
desató, le quitó la mordaza y la llevó a la cama para cuidarla entre sus
brazos. La joven quiso saber por qué había sido elegida para esta novela
perversa.
―Te
veo todos los días trabajar en el hospital psiquiátrico con los enfermos, te
observé cada día que iba a ver a mi hermano. Vi el amor como los tratabas y me
interesé en tu persona, descubrí que te gustaban las novelas eróticas y quise darte
tu propio libro para que fueses tú la protagonista. Ahora te toca a ti escribir
el siguiente capítulo. ¿Cómo se titulará?
―Inocente
anestesia…
Niyireth
sacó una jeringa de la bolsa negra donde guardaba sus pertenencias y se la
clavó en el cuello a Antonio. Le inyectó suficiente anestesia para dormir todo
su cuerpo dejándolo inmóvil pero consciente.
―Yo
no trabajo en el psiquiátrico, yo soy una paciente…
Antonio
miró a la joven con terror, su cuerpo no le respondía y la mirada diabólica de
Niyireth le encogió el alma. El capítulo nuevo empezó a escribirlo, lo desnudó
en la cama y cogió las pinzas para pezones, solo que ésta vez se los pondría en
otra parte del cuerpo. Los testículos. Niyireth le dio al botón sin compasión y
aquel trozo de carne inmensa se levantó como la trompa de un elefante. Así
estuvo un rato, torturando a su víctima.
Niyireth
era una psicópata muy peligrosa que mataba a hombres, los aborrecía por el
simple hecho de proporcionar placer a la mujer. Estaba loca y se imaginaba en
una vida irreal. Nunca hubo ningún cartero, fue el mismo hermano de Antonio,
tampoco vivía en una bonita casa, era su dormitorio del psiquiátrico y se
escapó del centro para acudir a la cita. Las corrientes las puso intermitentes,
el pene de Antonio estaba tieso y no paraba de bajar y subir por la
electricidad. Niyireth aprovechó en que no podía mover ningún músculo para
orinarse en su boca y así llenar su garganta y asfixiarlo.
La noticia
del asesinato corrió como la pólvora por Bogotá, las autoridades la buscaron
sin descanso y Antonio pasó a ser recordado como el Anestesista sado que murió
por la orina de una mente enferma.
Fantastico e inexperado, mato por ser protagonista de uno de tus relatos. Gracias eres fantástica.
ResponderEliminarManuell BaSa por si no lo sabes jajajaj
Alucinantemente fantástico !!! El relato...ufffff
ResponderEliminar