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SALLY

Dama de la Muerte



EL RENACER DE SALLY 

“La muerte es un sendero más que todos recorreremos entre notas fúnebres y flores del alma” ​

“La vida es un tango triste, al final de nuestros días acabaremos bajo tierra, sin vida ni luz. Todo será oscuridad y ya no habrá más sonrisas, no quedará aliento para gritar. Veremos como el manto de la tierra cubre nuestros cuerpos en un adiós” ​

Sally se encontraba en un hoyo con apenas un hilo de vida, lo único que le quedaba eran lágrimas que derramar. Su vida llegaba a su fin de la peor tragedia escrita. 

Los Diablos, un grupo de moteros sin escrúpulos, visitaron su hogar a medianoche. Pagaron con sus vidas, una antigua reyerta contra Jack, el padre de Sally. Mataron a toda su familia, padre, madre y hermano. Su existencia en la tierra llegó a su fin y la vida se escapó de su cuerpo. Todo se volvió oscuridad y cuando creyó que ya no habría nada más, vio un destello azul. 

A la luz de la luna, el alma de Sally estaba junto a su tumba. Comprendió, que después de la muerte, había algo más, un largo viaje espiritual. Pero no, el dolor, la rabia y las ganas de venganza habían invocado al señor del tiempo, a la muerte. A la única que no se podía engañar en vida, ni después de muerto. Ella siempre espera paciente, a que tus días cesen en la tierra. 

De la oscuridad del bosque, surgió un espectro que cortaba el aliento. Un manto negro cubría su cuerpo y rostro. Solo podía ver las manos huesudas del ser oscuro. Se acercó hasta estar a un palmo de Sally, con sus largos dedos fantasmagóricos, levantó su cabeza y de la oscuridad de su rostro surgió un fuego azul, el cual se introdujo en el alma de la joven. De pronto, se vio envuelta en un halo de fuego azulado. La sensación era extraña, se sentía fuerte, segura de sí misma y con ganas de vengar a su familia. Una voz resonó en su cabeza, <<serás mi dama en la tierra, impartirás muerte a los gusanos de la sociedad. Si aceptas; a cambio, obtendrás tu venganza>> Sally pensó en la oferta pero no tardó en dar su respuesta, ni siquiera preguntó por los efectos secundarios al regresar a la vida. Lo único que deseaba era cobrarse esa venganza. <<Acepto>>. 

El alma de Sally se hundió en la tierra hasta fundirse de nuevo con su cuerpo. La vida regresó a todas sus terminaciones nerviosas y despertó bajo tierra. Se abrió paso con una fuerza sobrehumana. La Dama de la Muerte resurgió como un ave Fénix de sus cenizas. 

Llena de tierra y con la ropa ensangrentada y hecha jirones, caminó hasta su hogar. Al llegar, vio su casa reducida a escombros, no quedaba nada de su vida, ni recuerdos ni familia. Los cuerpos los habían quemado junto a la casa, sus calaveras eran lo único que quedaba. Sally recogió los huesos de su familia y cavó una tumba. Los enterró en la misma fosa para que hicieran el viaje a la otra vida juntos. Arrodillada, rezó una plegaría por sus almas y lloró de pena y rabia. Secó sus lágrimas con el dorso de la muñeca y vio sangre. Se limpió otra vez y se dio cuenta que lloraba sangre. Entró un poco en pánico, fue consciente en ese momento que había firmado un pacto con la muerte sin atender a las secuelas de aquel contrato. No sabía exactamente en que se había convertido. 

Respiró hondo e intentó centrar su cabeza, no podía dejarse llevar por los sentimientos, no, más cuando tenía una misión que cumplir. Debía acabar con los Diablos. Ese había sido el trato con la muerte, regresar a la vida para convertirse en la Dama de la Muerte y acabar con el mal del mundo. A cambio, podría empezar por su vendetta contra aquellos seres del inframundo. Estaba preparada para convertirse en aquello para lo que había vuelto a nacer. 

Fue al garaje, la única parte de la casa que no se había quemado. Vio el viejo Mustang negro descapotable de su padre. Subió al auto y arrancó, primero haría unas cuantas paradas antes de empezar con el rastreo. Podía estar muerta pero no era excusa para vestir como una vagabunda. Una vez en la carretera, miró por el retrovisor, lo que vio casi hizo que se estrellara contra un árbol. Sally gritó y frenó de golpe, agarrando con fuerza el volante y temblando, no se atrevió a mirar al espejo. Cerró los ojos con fuerza, respiró hondo y los abrió. La imagen no mostraba su rostro, sino una calavera como si estuviese pintada. Tocó su cara y comprobó que tenía nariz, labios, párpados, etc. solo el reflejo mostraba lo que era en realidad, la Dama de la Muerte, un ser que todavía no comprendía. 

Arrancó sin volver a mirar el retrovisor. Llegó a un pequeño pueblo de Pensilvania, Shippensburg. Recordó que en la guantera su padre guardaba unas viejas gafas de aviador, las cogió y se las puso. Se sentía más segura escondida detrás de unas gafas. Bajó del coche y caminó en mitad de la noche hasta un escaparate de una tienda motera. Podía oler el cuero desde fuera, otra anomalía de su nuevo yo. Necesitaba ropa limpia y accesorios, el problema era las altas horas de la madrugada. 

La tienda estaba cerrada y aunque estuviese abierta no tenía dinero. Sin pensárselo dos veces, pegó un puñetazo en la puerta acristalada. Unos pequeños cristales se hundieron en su carne, lo curioso fue que no salió sangre como cuando lloró, parecía estar seca por dentro. Miró más de cerca sus heridas y se dio cuenta que algo azul como el fuego, corría por sus venas. Las brechas en la piel desaparecieron, se curaron solas en unos segundos. Sally miró su mano y pensó en una posibilidad, en un ser inmortal. Aunque no estaba todavía muy segura de que clase de ser era. Dejó los misterios de su nuevo yo para más tarde y entró en la tienda. Su suerte fue que no había alarma conectada, era un pueblo pequeño donde todos se conocían. Cogió prestado un pantalón negro que se ajustaba perfectamente a sus curvas, vio una camiseta negra con calaveras blancas, le hizo gracia la ironía y se la adjudicó. Solo quedaba el calzado, divisó unas botas moteras con puntera de metal y suela preparada para el asfalto. Se cambió allí mismo y se lo llevó puesto. 

Antes de salir, cogió una cajetilla de tabaco usado que había encima del mostrador y una chupa de cuero de un maniquí, ahora estaba lista para seguir el rastro de los Diablos. Regresó al coche con unas cuantas bolsas de mudas y las guardó en el maletero. Arrancó con dirección a Pittsburg, Pensilvania. Había recordado una conversación de su padre con el tío Oso, un viejo amigo de la familia que vivía en aquella ciudad. Llegó al amanecer, con los primeros rayos de sol asomando por el horizonte. Aparcó en un viejo edificio abandonado a las afueras de la ciudad. Antiguamente había servido como fábrica textil, hoy en día abandonada y reciclada por el tío Oso, no le gustaba que lo llamasen ocupa, de ahí el reciclaje. 

Bajó del coche y caminó hasta la parte de atrás del edificio de ladrillos, era la única entrada principal. Su padre le enseñó un santo y seña para relacionarse con los tipos como el tío Oso y así evitar que te pegasen un tiro por meter las narices en hogares ajenos. Sally llamó al timbre camuflado que había detrás de un cuadro de luces. Se escuchó el ruido blanco de un interfono pero ninguna voz. Entonces habló, no quería que le pusiese el cuerpo como un colador. 

―La puta cojea dos veces― Sally tuvo que aguantar las ganas de reír, siempre le había hecho gracia aquel código. 

―A la puta me la follo por el culo― esa era la señal que indicaba que tenia vía libre. 

Sally entró al edificio plagado de coches y motos robadas, era el negocio de tío Oso. Paseó admirando las piezas de museo y el dineral invertido. Una voz ronca y profunda habló a su espalda. Su mote le venía al pelo, también por su complexión robusta. La joven se giró con seguridad y enfrentó la mirada de aquel cabrón con suerte. Sonrió y no esperó ni un segundo en cortar la distancia que los separaba para darle un abrazo. Lo estrechó entre sus brazos sin percatarse de su nueva fuerza. Tío Oso protestó y la apartó mirándola de arriba abajo, no daba crédito a su fuerza cuando delante tenía a una muchachita rubia, bajita y flacucha. 

― ¿Qué desayunas? ― Tenemos que hablar, tío Oso. 

Fueron a la planta superior donde tenía instalado su hogar diario. Le dio una cerveza fresca a la joven y se sentaron en un sofá de cuero marrón, con marcas visibles de quemaduras de cigarrillos. Sally miró la bebida y dio un trago para comprobar si podía beber. Sintió el frescor de la cerveza por su garganta y después fue como si algo dentro de ella lo disipara. Pensó que tal vez fuese el fuego azul que invadía su cuerpo. Lo bueno, que disfrutó durante un instante de su sabor y la ventaja, que jamás volvería a emborracharse puesto que nunca llegaba el contenido a su estómago. 

―Sally, ¿por qué estás aquí?, es que te has escapado de casa por un chico y tu padre te ha prohibido salir con él― se le ocurrió pensar aquello, ya que era lo más razonable para una joven de su edad. 

―Ojalá, no, tío Oso. Anoche…―esto iba a dolerle, su padre y él estaban muy unidos― los Diablos nos hicieron una visita, a traición y… acabaron con la vida de mis padres y hermano… yo… 

―¿Cómo sabes que eran los Diablos?―preguntó con preocupación y la cara descompuesta por la noticia. 

―Lo decían sus chupas de cuero… Sally lloró delante de él. Tío Oso vio como de los ojos de la pequeña salían lágrimas de sangre. Tragó saliva sin dar crédito, creyó que estaba enferma. Se levantó y le entregó un pañuelo para limpiar la sangre de su cara. 

― Sally, qué te han hecho… 

―Lo que te voy a contar debe quedar entre tú y yo, nadie puede saber que soy ahora― lo miró fijamente para que comprobara que no mentía. 

― ¿Qué quieres decir con lo que eres ahora? 

―Huí, aterrada, pero no llegué lejos. Mientras quemaban los cuerpos de mi familia junto a la casa familiar, dos de ellos, que eran gemelos, me dieron caza como a un animal entre golpes y disparos. Todavía estaba viva cuando me enterraron en un hoyo. Me cubrieron de tierra y di mi último suspiro― se miraron. Tío Oso tenía el ceño fruncido sin poder creer aquella historia. 

― Pudiste sobrevivir, ¿cómo? 

― No has escuchado la última parte, morí. La muerte se presentó e hizo un trato conmigo, me daría mi venganza a cambio de salvar al mundo de la escoria. Acepté y este es el resultado. 

Tío Oso se tocó la cara sin poder creer aquella versión, era muy escéptico. Sally al ver su incredulidad, se levantó en busca de un espejo. Vio un viejo retrovisor dentro de una caja de cartón, lo sacó y se miró directamente. No se había vuelto loca, la calavera seguía presente en el reflejo. Cerró los ojos, creyó que jamás se acostumbraría a no volver a ver su rostro. Regresó al sofá y se sentó a su lado. Levantó el retrovisor a su altura y le indicó que mirase lo que había reflejado en el espejo. Tío Oso sin entender lo que pretendía aquella pequeña, miró. Por unos segundos se quedó atrapado en la imagen, parpadeó unas cuantas veces antes de volver a mirar a Sally. Él veía a una linda muchacha; en cambio, en el espejo había una calavera. 

―¿Cómo es posible?― dijo casi sin voz. 

―Ya te lo he dicho, hice un pacto con la muerte para vengar a mi familia y pienso cobrarme la venganza― Sally tenía muy claro su misión. 

― ¿Qué eres?, ¿un vampiro?, ¿un ser inmortal? 

―No lo sé, me olvidé preguntar― se encogió de hombros porque no tenía respuesta a sus preguntas. 

― De acuerdo, te ayudaré a buscar a esos hijos de putas. Será difícil, nadie sabe donde se encuentra su madriguera pero hay un tipo, le llaman Serpiente, él puede ayudarte. Siempre tiene soluciones para todo. 

― Me vale cualquier cosa con tal de encontrar a esos cabrones, haré lo que haga falta. 

― Lo sé, eres hija de tu padre. El viejo Jack estaría orgulloso de su pequeña pero para buscar a una rata has de tener un as en la manga, el mejor veneno para acabar con ellas.

 ― ¿A qué te refieres? 

― Acompáñame. 

Sally siguió a Tío Oso hasta una librería. Observó como tiraba del lomo de un libro, exactamente de la biblia, y se abrió la estantería. Era una puerta maestra que daba a una habitación secreta, en la cual guardaba un arsenal de armas. La joven se quedó flipando y silbó alucinada. Ahora entendía a qué se refería con veneno. Vio una pistola que le llamó la atención, una 44 Remington Magnum. En un lateral, tenía letras impresas que decían “Ángel de la Muerte”, se identificó con aquellas palabras y supo que esa era su arma. 

―Es ella, será mi alma― miró a tío Oso decidida. Este asintió con la cabeza dando su permiso y le entregó una mochila con varias cajas de balas. 

―Toma, era de tu padre. Se la gané hace años en una partida de póker― le dio una daga con la empuñadura de marfil. 

― Gracias, será mi tesoro más preciado pues no quedó recuerdo alguno entre las cenizas. 

Sally estaba preparada para continuar su camino. Tío Oso le dio un mapa de la ciudad con los bares clandestinos del lugar. En ellos se movía una sociedad oscura llena de ratas, impostores, mafiosos, narcos, prostitutas, chulos; en definitiva, escoria de la humanidad que más tarde, en un futuro nada lejano, se ocuparía de sus almas condenadas. Ahora solo le preocupaba encontrar aquellos cabrones y exterminarlos. Se despidió y se marchó. 

Cargó en el maletero todas las provisiones que le había dado tío Oso, incluyendo un fajo de billetes. Subió al coche y arrancó chirriando las ruedas, tenía prisa por visitar a Serpiente. Según el amigo de su padre, siempre tenía buena información a cambio de un fajo de billetes.

Autora Katy Infierno
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