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The Mother Road
La Carretera Madre


Born To Be Wild de Steppenwolf sonaba en el ipod de Ana Conejo. Conducía una Harley Davison en plena ruta 66, quemando rueda en el asfalto infernal. Una tipa dura y curtida, su lema en la vida era “No me jodas, y no llamaré al Joker”. Tenía una explicación, Ana no sonreía, era conocida por la Mona Lisa Canadiense, origen de nacimiento. Los únicos que le habían visto sonreír eran sus enemigos e íntimos.

Ana Conejo era una madre soltera con dos hijos de seis y diez años, un niño de cada padre. Una mujer maltratada por la vida, con cero oportunidades para ser una persona de provecho. Al menos no había acabado en la cárcel como su familia. Ella era más lista, atrapar a una liebre no era fácil.

Aquel fin de semana decidió cruzar la ruta 66, tenía que reunirse con Pirata Loco, un tipo que traficaba con polvo blanco. Ana llevaba un cargamento dentro de su ano en forma de pelotas de golf. Necesitaba el dinero para mantener a sus criaturas.

El sol caía en el horizonte dando paso a la noche, Ana se sentía feliz, libre, rodando por aquella ruta ancestral. El viento mecía su larga melena rizada, era como una caricia romántica. Llegó a un bar de carretera, necesitaba repostar y comer. Era el típico lugar de moteros. Entró en el tugurio y fue directa, sin mirar a nadie, a la barra. Pidió un bocata de panceta con doble ración de patatas fritas, estaba muerta de hambre.

Apenas había gente, una camarera a punto de ser ingresada en un geriátrico, un gordo seboso de cocinero y dos tipos rapados sentados en una mesa, no hay que olvidarse de las moscas que acompañaban el lugar. Ana se sentó en el taburete para comer, la raja del culo decorado con el hilillo del tanga se le veía, a parte de un tatuaje justo en la lumbar que decía “Cuarto Oscuro de la zanahoria”. Cogió con las dos manos el bocadillo de panceta y le dio un bocado grande, el aceite le resbaló por la barbilla manchándose los pechos. Uno de los rapados pasó por su lado y tiró del tanga. Ana apretó los dientes rugiendo, no le gustaba que la molestasen cuando estaba comiendo. Dejó el bocadillo en el plato y se giró con cara de pocos amigos; a decir verdad, era su cara habitual. El tipo sonreía con medía dentadura mellada. Ana miró su paquete, la tenía bien gorda contra la tela del pantalón.

¿Quieres sexo?preguntó Ana.

Quiero que me la chupesse bajó la bragueta y sacó su carne blanda.

Como quieras.

Ana se llevó a la boca un puñado de patatas fritas antes de bajar del taburete. Se limpió las manos en la camiseta y una sonrisa extraña apareció en su cara. El rapado la miró con nerviosismo, era aterradora, estaba más guapa sin sonreír. De pronto, le arreó un puñetazo en la cara que tiró al tipo encima de una mesa. El amigo se levantó y fue ayudar a su colega. Ésta que lo vio venir por el rabillo del ojo, le dio un cabezazo antes de que le hiciera algo. Dejó a los dos medio mareados. La anciana camarera estaba sorda y medio ciega, no se enteró de nada y el gordo seboso bailaba Single Ladies de Beyonce, que sonaba de un viejo equipo de música.

Colocó a uno en una mesa boca abajo y le bajó los pantalones, tenía el culo tan rasurado como la calva. Cogió la panceta y le lubricó el trasero con ella, lo dejó reluciente con tanto aceite. Levantó al otro y agarrando su polla, se la peló hasta que lo puso burro. Acercó el glande a la entrada del compañero y de un fuerte azote en el culo, lo hundió en el ano. Recuperaron la conciencia a la vez al sentir conexión de sus cuerpos.

Ahora vais a probar la Zanahoria de una mujer.

Ana se bajó los pantalones y descubrió la sorpresa de entre sus piernas, una polla. Había nacido con dos órganos sexuales, un coño por el cual había parido y una polla que disfrutaba como una perra. Con un bote de Kétchup, roció el culo del rapado. Cogió las patatas fritas y las untó del tomate de su ojete, después se las comió. Los dos la observaban sin mover un músculo, del mínimo roce ya estaban excitados.

Ella quería divertirse, así que untó su polla de mostaza y se hundió en el culo del tipo. Eran un trenecito. Se escuchó en la sala a Lenny Kravitz cantando Fly Away y la Conejo se movió en círculos al ritmo de la música, activando todos los sentidos más placenteros de aquellos dos. El primero tenía los ojos en blanco y la boca abierta, de la cual salía un hilillo de baba, mientras se tocaba el pene gozando de la polla de su amigo, el cual lo embestía con fuerza. Ana Conejo follaba al tipo comiéndose el bocata de panceta, lo único que tenía que hacer era mover las caderas hacia delante y atrás.

Los tipos se corrieron locos, el que empotraba le desgarró el culo a su amigo. Era lo más placentero que jamás habían probado, quedaron satisfechos, aunque dolorosos. Ana sacó la polla y como una manguera de incendios apagó la excitación de sus cuerpos. Los bañó en semen. Las moscas de inmediato se posaron en aquel flujo lechoso. Estaban para sacarles una foto de recuerdo.

Dejó unos dólares encima de la barra y con la polla por fuera de la bragueta salió de aquel tugurio, tenía una cita. Surcó la nocturna carretera con la verga al aire. Era una ventaja para orinar, al tener miembro podía mear sin tener que bajar de la moto.
Llegó a la reunión con Pirata Loco. En mitad de un descampado, sin nada más que la compañía de los lagartos, le espera su contacto. Se saludaron con los faros, era la señal. Ana se acercó y aparcó.

¿Traes la droga?

Lo dudas.

Delante del este, se desnudó de cintura para abajo, mostrando su verga. Pirata Loco se quedó impasible, pues en el pasado había probado el sexo con aquella máquina de fabricación superior. Ana se agachó de cuclillas y apretó el ojete, las bolas de cocaína salieron de su cuerpo como si fuera una gallina ponedora.

Todas tuyas, ahora quiero mi dinero.

Le entregó un maletín lleno de dólares. Ana sonrió satisfecha, con su sonrisa de Joker. Se acercó a Pirata y se insinuó con la polla en la mano dando vueltas como un ventilador. Le hizo una señal con la cabeza, quería follar antes de regresar a casa.

Siempre tan ardiente, Conejo.

Pirata se arrodilló en el suelo y le chupó la polla. El sexo oral la volvía loca, le encantaba que le chuparan el miembro, era algo inexplicable. Se abrió la camisa y apretó sus pechos. Dos chorros de leche salieron de los pezones, todavía le estaba dando el pecho a su hijo de seis años.

El narco se sentó en la Harley con el palo tieso y Ana se subió a horcajadas encima de este. Se la metió por el coño. La polla de Conejo quedó al aire y bien dura. Follaron gustosos. Pirata la sujetaba del trasero, mientras se amamantaba de los pechos de Ana. Ésta se acarició la verga con la mano, su ración siempre era doble de placer.

Jadeantes, llegaron al orgasmo. Pirata se corrió en su coño y Ana explotó como un volcán llenándolo todo de leche de primera calidad. Llenos de semen se devoraron la boca dando por terminada la velada.

La ruta 66 se la conoce por “la ruta madre”, por la mami más sexual de toda América, pues cada vez que la cruza se cepilla a quien se le ponga por delante.


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