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Especial Relato de Navidad de la asesina del Pene, Penélope. Un capítulo extra con muchos ingredientes de la novela.



ADVERTENCIA:

—El relato tiene alto contenido sexual, morboso y escabroso.

—Puede provocar erecciones enfermizas y locura transitoria.

—No acto para mentes reprimidas.

—Si nota un ligero cosquilleo en el estómago es que siente placer.

—Puede contener efectos secundarios, consulte con el canal porno más cercano.

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                    El Arcángel Carnal
          Penélope, la Asesina del Pene

Moscú, 8 p. m.

     Los copos de nieve caían como afilados cuchillos sobre el rostro del ángel caído, Penélope disfrutaba de esa nueva sensación en su inmaculada piel. La Navidad era una época del año que recordaba con dolor, la causa una experiencia traumática en el pasado. Solo era una cría inocente con los mismos sueños que cualquier adolescente, los cuales fueron truncados por unos diez demonios que se hacían llamar compañeros, pero hubo un ladrón de almas más, un herrero del mal que la marcó a fuego dejándola al borde del abismo de su locura. El frío heló el paisaje, pero no sus pensamientos. Recordó cada detalle de su dolor. Miró las marcas de sus muñecas y aquella cicatriz apenas visible de su cuello, se llevó la mano al gaznate sintiendo todavía hoy en día la agonía de la asfixia. La torpeza del ser humano por volver a revivir los malos recuerdos inundaron su mente llevándola al lugar del pasado.

      “Penélope caminaba perdida por aquellos pasillos desolados de la morgue del hospital. Su abuela había muerto, ver su cadáver le había afectado. Por esa razón salió corriendo de la sala, sola, dejando a su familia velando el cuerpo sin vida. 

      El destino tenía preparado para la joven una experiencia terrorífica. Entró en una habitación sin darse cuenta de que era otro de los depósitos de cadáveres. Cerró la puerta y encendió la luz, su sorpresa fue encontrarse a un celador fornicando con una muerta. Se quedó horrorizada ante la escena escabrosa, aquello era antinatural y sufrió por la joven que ya no podía protestar. Paralizada fue presa fácil para el cabrón sin escrúpulos, la arrinconó contra la pared y le tapó la boca con un trapo blanco. El miedo se cernió por todo su cuerpo inmovilizándola por completo.

      El celador se excitaba con la muerte, por eso le ató una cuerda al cuello y la colgó de un perchero de hierro bastante alto para su altura, solo las puntas de los dedos de los pies rozaban el suelo. Intentaba mantener el equilibrio, ya de por sí era difícil y más respirar, la soga apretaba bastante su garganta. Vio pasar su vida en un suspiro mientras que aquel hijo de puta se follaba a otro ser sin vida, disfrutando de la agonía de la joven que se ahogaba, más todavía el ser observado. Se corrió dentro del cadáver y después de recuperar la respiración desató a Penélope.

—Si te vas de la lengua, puta, te mataré y después me follaré tu cadáver.

     La joven salió llorando y aterrada de aquel lugar. Juró que en un futuro sería parte de su lista de muerte. Nunca olvidaría lo vivido aquel día fúnebre.”

     El olor a vodka aromatizaba los suburbios de la ciudad, no había ni un alma en la calle. El paisaje era un gran lienzo en blanco preparado para dibujar, y Penélope se moría de ganas de ser el artista. Su presa estaba cerca, en un viejo edificio que se había convertido en una morgue. La asesina se coló por una de las ventanas que daban al callejón, entró en la sala donde había una mesa metálica. La tocó con la yema de los dedos sintiendo otra clase de frío que te ponía el vello de punta, el de un muerto. Faltaban diez minutos para que comenzara el turno de Kraz, el celador que la torturó. Había seguido su pista hasta Moscú, por lo visto fue denunciado por un compañero por sus habituales prácticas sexuales. Motivo para que abandonara España, pero no el vicio.

      Penélope se quitó el abrigo de piel blanco y se quedó desnuda. Se subió a la mesa metálica y se tumbó a la espera de su viejo enemigo, se haría la muerta. Llevaba mucho tiempo esperando el momento, bajo su capa de piel estaban guardados esos sentimientos que una vez pertenecieron a la joven e inocente Penélope. Ahora era una paranoia en un juego de villanos.

      Escuchó la puerta chirriar, ladeó el labio excitada por empezar el espectáculo. Kraz dejó la bolsa en un armario y se crujió los nudillos y el cuello. Cerró la puerta con llave y se desnudó, miró el cadáver mientras se tocaba el pene. Se quedó fascinado por el color de pelo, era rojo sangre.

—Eres el cadáver más hermoso que me he follado jamás…—Rodeó la mesa y entrelazó los dedos en un mechón de su pelo.—Eres hermosa.

      Deslizó un dedo acariciando su rostro hasta sus sedosos labios, bajó por el cuello y siguió por sus voluminosos senos, tocó el pezón y lo pellizcó babeando. Llegó hasta su vientre y vio una barra de labios justo al lado de su cadera, se quedó extrañado, pero encontró su lógica puesto que el encargado de maquillar a los muertos había trabajado en el turno anterior. Lo cogió y lo abrió, era un tono rojo intenso. Miró su vagina depilada y se lo ocurrió algo muy morboso, le pinto los labios del pubis.

—Ha llegado el momento de besarte, me muero de ganas por saber a qué sabe una pelirroja…

      Agarró las piernas y tiró del cadáver hasta poner el trasero al filo de la camilla. Abrió sus muslos y bajó la cabeza, pero antes de besarla la olió con pasión. Olía a vida no a muerte, aquello le gustó porque llevaría muerta pocas horas ya que el aroma no era a descomposición. Sacó la lengua y la metió entre sus labios vaginales a la vez que la besaba. La llenó de saliva, pero necesitaba más lubricación ya que los muertos no segregan fluidos. Con las dos manos los abrió y escupió varias veces, después con su propia saliva se lúbrico el pene. La sujetó de la cadera y poco a poco se hundió hasta poner los ojos en blanco. Jadeando, entró y salió tocando con los testículos parte de su sexo. Los pechos de Penélope votaban al compás de sus embestidas. La asesina estaba a punto de disfrutar del coito, abrió los ojos y observó a aquel cerdo que tenía la boca abierta.

—Hola, Kraz. Soy Penélope, pene para los amigos…

    Este abrió los ojos y gritó al ver la muerta moverse, fue a sacar el pene de su sexo, pero Penélope entrelazó las piernas en su cadera, se sujetó de sus brazos y le dió un cabezazo que lo hizo caer al suelo con ella encima. Se quedó aturdido y la asesina lo cabalgó estrangulándolo con las dos manos. Sus cachetes se movían por el ritmo tan frenético que llevaba. Kraz intentaba llenar sus pulmones de aire, pero la conmoción en la frente le impedía reaccionar.

—Muy pronto… todo acabará…

      Penélope gritaba mientras lo cabalgaba, el orgasmo se concentró en su vientre y explotó sin dejar de afixisiarlo, pero justo en el último momento retiró las manos y este tosió intentando recuperar el aliento. Ella se levantó y parte de su clímax resbaló por sus muslos. Abrió un armario y sacó la bolsa con sus pertenencias que había escondido, en ella había una navaja que le había regalado Detroit, su hombre corrupto. Se dio la vuelta y miró a aquel trozo de carne podrida.

—¿Tienes sed?

     Le propinó una patada en la cabeza para aturdirlo, después se colocó de cuclillas en su cara, le abrió la boca y se orinó en ella. Kraz escupió y se tragó parte del líquido para no ahogarse.

—Estás muerta… —balbuceó confuso.

—He regresado de entre los muertos para castigarte… soy el arcángel carnal y vengo a llevarme tu alma...

      Lo agarró del pelo y levantó su cabeza para que la mirara a la cara.

—Espero que te pudras en el infierno… —Y acto seguido le rebanó el cuello.

      Se desangró hasta morir de una forma horrible. Penélope se levantó con el cuerpo salpicado de sangre, era un traje que le sentaba muy bien. Justo en ese momento la puerta se abrió, pero Penélope no se asustó. Solo había un hombre que pudiera forzar puertas cerradas con llaves y no era otro que su hombre oscuro. Detroit apareció en el umbral y la devoró con la mirada.

—Tienes los labios sin pintar…

     Ella sonrió perversa, se dio la vuelta coqueta, mordiéndose el labio y regalándole unas vistas espectaculares, cogió el carmín y se pintó los labios y los de la vagina.

—¿Me das un beso?—preguntó mirando su sexo.

—Sabes que sí, preciosa.

      Destroit dio una larga calada al cigarrillo y lo tiró sin apartar la mirada de su chica, la colilla cayó en el charco de sangre apagándose al instante. Se acercó hasta rozar sus alientos, le posó la mano en la mejilla y la besó excitado, la otra bajó hasta su trasero y le dio un azote.

—Eres mi infierno, Penélope…

—Y tú mi cielo, Detroit…

©Katy Infierno

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