LA RATERA DE LA BOLA 8
Verónica
Montoya era una joven sin estudios criada en el Charco la Pava de Sevilla, toda
una vida vendiendo bragas con su familia en el mercadillo. Hasta que se
permitió soñar con una vida mejor. La única manera de conseguirlo era
delinquiendo, solo conocía ese camino y el más fácil encontrar su propósito.
La
joven mestiza tenía dos puntos a su favor, la belleza gitana con cuerpo
exuberante y las horas muertas en los salones de juego recreativos. De pequeña
se pasaba parte del tiempo con sus primos los tostaitos jugando al billar y se convirtió en toda una profesional.
Dejó
la vida del mercadillo y se fue a vivir a Barcelona a casa de una prima
hermana. Se instaló en el barrio la Mina, una barriada muy conocida por su
cultura gitana. Vero tenía muy claro hasta donde quería llegar.
Un
año después…
Actualmente,
vive en una bonita casa en Ibiza a dos pasos de la playa. A base de robar a los
demás se había creado un imperio, todo gracias a la bola ocho, la reina del
juego.
Un
año antes…
Vero
se encontraba en el centro de Barcelona paseando su trasero, primero
investigaba los lugares que tuvieran billar y después a sus víctimas, para ella
era pan comido. Una noche, entró en un bar del centro con un mini vestido negro
y unos tacones altos. Sus rasgos gitanos hacían que fuera una belleza fuera de
lo común. Sin perder tiempo, se dirigió a la barra y pidió un botellín de
cerveza, solo tenía que pasear alrededor de la mesa de billar para llamar la
atención de sus víctimas. Su arma más letal era su cuerpo, la astucia su poder de persuasión y el billar
un medio para atrapar a los hombres.
La
joven cogió un palo y untó la punta con tiza, quería jugar. Se apostó dinero
con los tres hombres que estaban jugando. Para ella era como obtener una propina
antes del gran asalto. El juego comenzó y en un santiamén se cargó a dos, ahora
faltaba el último, su víctima y el que tenía más pelas.
Se
agachó para meter la bola ocho y el pijo adinerado se fijó en su sexo
descubierto, no llevaba ropa interior. Suspiró con ganas de lamer un trocito de
aquel chochito moreno y depilado. Tenía unas nalgas redondeadas y generosas. El
pijo estaba duro y con ganas de follar ahí mismo. Vero metió la bola ocho y se
incorporó dando saltitos de alegría, había ganado. Borja, así se llamaba el
pijo, la estrechó entre sus brazos y la besó con ganas. Ella rodeó su cuello y
se dejó besar, ya lo tenía en el bote.
Antes
de irse, Vero rodeó la mesa de billar para coger su bolso y robar la bola ocho,
le daba morbo, era como un triunfo. La guardó y se marchó del brazo del pijo.
Llegaron a un piso de lujo en plena Villa Olímpica y subieron magreándose en el
ascensor. Borja la besaba con pasión aprisionándola contra la pared y rozando
su paquete en su entrepierna. Las puertas se abrieron y tiró de ella con ansias
hasta su piso. Una vez dentro, no esperaron a nada más que a desnudarse.
Se
revolcaron en el suelo juntando sus cuerpos sin poder parar de enredar sus
lenguas. Vero tomó las rindas de la situación, quería volverlo loco, lo apartó
de un empujón y con los pies le hizo una paja. Borja se quedó tumbado en el
suelo, con los brazos en cruz y los ojos en blanco. Con los piececitos fue
bajando y subiendo por su carne rugosa, estremeciendo el vientre del pijo. Vero
sintió los pies húmedos, Borja se acababa de correr como una fuente de un
parque llenando por completo sus pies.
La
mestiza se rió del poco aguante y le ofreció sus pies llenos de semen, el pijo
no se lo pensó, los agarró con fogosidad y los chupó deleitándose en cada
dedito del pie. Vero aprovechó que tenía los ojos cerrados para sacar la bola
ocho del bolso y se la metió dentro del sexo. Le quitó el pie de la boca, lo
tenía más que limpio y lo tumbó en el suelo. La joven se levantó y se puso de
cuclillas en su cara. Borja abrió la boca y sacó la lengua preparado para
recibir su crema pero recibió algo distinto. Vero apretó las paredes vaginales
con fuerza y expulsó la bola ocho. Le dio un fuerte golpe en la frente
dejándolo inconsciente, nunca fallaba el truco.
Satisfecha,
cogió sus tarjetas de crédito y pirateo sus cuentas pasando todos sus ahorros a
su cuenta de las islas Caimán.
En
la actualidad…
Vero
tomaba un Martini en la tumbona de su piscina natural, tenía todo lo que había
deseado en la vida gracias a la bola ocho. Por esa razón le había dedicado un
altar de oro para recordar el éxito de su fortuna.
Genial como siempre. Realmente Borja es nombre de pijo. Esperando el siguiente relato.
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