LA
LEYENDA DEL EXTRA RADIO
Extra Radio City.
Canuto,
Kurto y Katulo, paseaban a las tres de la madrugada por la solitaria ciudad de
Extra Radio. El viento enfrió sus cuerpos llenos de alcohol, se resguardaron en
un callejón sin salida. Detrás de unos contenedores de basura había un viejo
colchón, se sentaron y sacaron una bolsita de cocaína. Kurto se hizo un peta y
lo mojaron en polvo blanco para convertirlo en un chino. Tras unos minutos de
caladas interminables, comenzaron alucinar entre ellos, las risas inundaron el
callejón hasta que Katulo recordó algo, su difunta abuela le había contado,
muchos inviernos junto al fuego, la leyenda del Extra Radio. A veces, las
drogas, te trasportan a lugares místicos de la mente dormida.
―¿Habéis
oído hablar de la leyenda del Extra Radio?, mi abuela nos la contaba mucho.
―Tío
déjate de mierdas―dijo Canuto sacándose el pene
para orinar.
―Deja que
la cuente―habló Kurto―dime que
hay sexo en la historia.
―Mi abuela
decía que Marieta era una joven de una casta familia con título nobiliario que
vivía a las afueras de Extra Radio, en la gran Mansión de los Moya. Una noche,
cuando todos dormían, el mozo de cuadra fue a visitarla al dormitorio, la
sedujo y al día siguiente el ama de llaves la encontró con un hombre entre las
piernas y el coño ensangrentado.
―¿Tenía la
regla?―preguntó
Canuto.
―No, peor,
Marieta estaba loca y durante el sexo le arrancó los ojos y se masturbó con la
sangre del tipo.
―¿Qué le
pasó al tipo?―Kurto le fascinó aquella leyenda macabra.
―Se
desangró durante la noche.
―Joder
tío, que mal rollo―Canuto se levantó del colchón, le
había puesto la piel de gallina con aquella historia.
De pronto,
la figura de una mujer apareció en el callejón. Se dirigía hacia ellos. Los chicos
se la comieron con los ojos, llevaba puesta una bata de enfermera muy ajustada
al cuerpo, unos tacones rojos y llevaba un bate de beisbol. Se acercó y les
pidió un pitillo. Katulo, palote, le ofreció un peta. La mujer lo cogió y le
dio una calada.
―¿Os
importa que me siente en el colchón para fumármelo?
Los chavales
le hicieron un hueco, no hacía falta decir nada más. Se sentó en medio de Kurto
y Katulo. Canuto que estaba de pie, se fijó que la enfermera sexy no llevaba
ropa interior y le estaba viendo todo el coño depilado, tenía una pinta
exquisita.
―Por
cierto, me llamo Eme. ¿Qué os contáis?
―Katulo
nos estaba contando la leyenda de Marieta―dijo
Canuto sin quitarle el ojo de encima. Estaba babeando por aquel coño.
―Yo sé la
versión oficial, que tal si os lo cuento mientras tú ―se
dirigió a Canuto―me comes el coño, y vosotros dos
las tetas―Eme se desabrochó la bata y sacó sus pechos
desnudos.
Katulo y
Kurto se engancharon a sus pezones, mamando como dos críos y Catulo se
arrodillo entre sus piernas y le comió el coño, lamiendo y chupando. Eme cerró
los ojos loca de placer y narró la historia.
“Cuenta
la leyenda, que la familia Moya tenía una hija joven, bonita e ingenua. Una noche,
mientras todos dormían, el mozo de cuadra entró en su dormitorio y la cortejó.
El mozo
sufría de un mal que acabó con su vida en pleno acto sexual. Le sucedió justo
cuando le estaba comiendo el coño, empezó a vomitar sangre manchándoselo
entero. Su familia la señaló de loca y la encerraron en un sanatorio mental. Dijeron
a la autoridad que había pecado, que el diablo estaba en su interior y que le
había ordenado matar al pobre mozo. En una ciudad con una comunidad tan
religiosa, la juzgaron como a las brujas de Salem, por castigo divino. No creyeron
en la verdad de Marieta y le destrozaron la vida.
En el
sanatorio, la encerraron con las personas más peligrosas. La poca cordura que
le quedaba se esfumó y la locura apareció en forma de inteligencia. Se volvió
una puta pervertida y se folló a cada celador, buscando favores.
Y un día
escapó… dicen que anda suelta por algún lugar de Extra Radio sembrando el
pánico entre la comunidad”
―Es un
cuento de viejas para asustar a los niños―habló
Kurto con el pezón en la boca―Marieta no existe.
―Claro que
no, si no me hubiera follado a esa puta loca―dijo
Canuto con la boca llena de fluidos de Eme.
―No te las
follado, pero le estás comiendo el coño.―Eme estalló
a carcajadas.
Los chavales
se miraron entre ellos y empezaron a reír. De repente, Eme calló, cogió la cabeza
de Canuto entre sus manos y la apretó contra su coño, metió los pulgares en los
ojos y los reventó. El joven chillaba, los amigos reían creyendo que gritaba de
gozo. Hasta que Katulo se dio cuenta que Eme tenía el coño ensangrentado.
―¡Joder!―gritó apartándose
de ella. Kurto cerró el pico y miró la escena con horror.
―¡Yo soy
Marieta Moya!― giró el cuello de Catulo partiéndoselo in
situ―así fue
como maté al mozo de cuadra.
Kurto
gateó para alejarse de ella pero Marieta le dio una patada en los testículos,
vio por el rabillo del ojo a Katulo intentando escapar. Agarró el bate y con
maestría se lo estrelló en la cabeza dejándolo medio moribundo pero consciente.
Marieta,
les ató los brazos a la espalda con sus propios pantalones. Los arrodilló con
el ano expuesto. Les escupió, restregándoles la saliva. Cogió el bate y comenzó
por Katulo, se lo metió por el ojete desgarrando el esfínter. Se lo dejó bien
dilato para lo que venía ahora. Lo mismo hizo con Kurto. Tenían el culo
dolorido.
La loca
de la leyenda arrastró el cadáver de Canuto, el cuerpo estaba en rígor mortis,
en rigidez cadavérica, había muerto con los puños cerrados. Cogió las manos y
metió una en cada culo. Marieta, agarró sus penes y los ordeñó con si fueran la
teta de una vaca. Los pajeó divertida, ¿por qué?, porque le gustaba todo lo
incorrecto en la vida. Kurto y Katulo, dejaron de gritar para gemir de placer. Se
corrieron llenando la acera de semen.
―Si
queréis vivir, os iréis corriendo hasta la iglesia del pueblo sin sacaros la
mano de vuestro amigo del culo.
Los dos
asintieron a la vez. Se levantaron con las manos atadas a la espalda, con la
mano de Canuto en el culo, desnudos de cintura para abajo y con la polla medio
tiesa. En cuanto Marieta les dio permiso, salieron corriendo a la iglesia de la
ciudad.
―He vuelto
familia―habló
para sí misma. Pensaba vengarse de sus padres.
Tres días
después…
Marieta se
encontraba en el viejo jardín de la mansión de los Moya. Sus padres colgaban de
un árbol, los había ahorcado. Tumbado en el suelo, tenía al repipi de su primo
desnudo y maniatado de pies y manos. Marieta se acuclilló en su boca y se orinó
mientras hablaba.
―Vas a ser
un privilegiado, te voy a contar como escapé del sanatorio.
Terminó de
orinar. Cogió un bote de miel que había del picnic que iban a celebrar antes de
que apareciera ella para matarlos. Untó el pene de miel, lo masajeo de arriba
abajo hasta los testículos. Poco a poco se lo metió dentro de su coño y empezó
a cabalgar al primo.
―Ummm… si
me hubieras dicho que tenias la polla tan gorda te hubiera follado mucho antes…
verás, todo empezó…
“Marieta
convenció a su compañera de habitación que estaba más loca que ella para jugar
a la perversión. Desnudas encima de la cama, se besaron, restregando sus pechos
entre sí. Deslizaron las manos por sus glúteos buscando su ano. Con cuidado se
metieron un dedo cada una mientras restregaban sus coñitos.
El celador
de aquella noche las pilló follando. Cachondo de ver aquellas dos locas
bellezas, se quitó los pantalones pero antes desconectó las cámaras de
seguridad. No quería que lo despidiesen por un polvo. Marieta se quedó a cuatro
patas enseñándole su rajita perlada. La otra se arrodilló para chuparle la
polla. El celador se dejó comer por la
paciente, la cual tragaba hasta el fondo debajo de la cama. Él le abrió un poco
el sexo a Marieta y pasó la lengua, le comió el coño hasta dejárselo rojo por
el roce de la barba.
La loca
que chupaba su verga, absorbía tan fuerte que se corrió en su boca y Marieta en
la del celador. Éste, con ganas de un segundo asalto, cogió a la come pollas y
la dobló encima de la cama. Se hundió en ella, la embistió azotándole el
trasero. Marieta aprovechó la distracción, salió desnuda al pasillo y cogió un
bate de beisbol, que tenían los celadores si las cosas se ponían feas. Regresó agarrando
el bate con fuerza y se colocó tras el celador. Contó hasta tres y le arreó en
la cabeza. Le había dado con tanta energía que le había destrozado media
cabeza.
El celador
cayó al suelo con la loca encajada en su polla. Ésta ajena a lo que allí se
cocía, siguió follando con el ahora cadáver del tipo. Marita tenía vía libre,
fue a las taquillas del personal, cogió una bata blanca y unos tacones rojos
que alguien había olvidado.
Salió por
la puerta principal sin que los de seguridad le dieran el alto, puesto que
parecía una empleada más.”
―¿Te ha
gustado la historia?―Marieta seguía moviendo las
caderas con la polla dentro de su sexo―¿no dices
nada?―el primo
yacía con un cuchillo clavado en un ojo y muerto―te has
quedado muy callado, primo, me encanta follar con una polla tan dura como la
tuya.
Marieta
llegó al orgasmo con su venganza realizada. Excitada por tanta muerte a su
alrededor y aprovechando el rígor mortis del primo, folló una vez más antes de
dirigirse a la iglesia para acabar con todos los fieles que la juzgaron encerrándola
en aquella cárcel de locos.
Pero eso
será otra historia…
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