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Ciudad  Epitafio

    Al caer la noche, mientras los mortales duermen, la vida eterna empieza en ciudad Epitafio. Un lugar donde conviven almas errantes, atormentadas, y las llamadas lágrimas negras. Estas últimas son las más importantes, pues a pesar de estar muertos y carentes de vida, tienen conciencia y sentimientos.
Halloween es una lágrima negra, una joven que perdió la vida con tan solo dieciocho años. Su historia es una tragedia griega, al morir quedó perdida en ciudad Epitafio sin recordar aquella noche de sangre y dolor.
El búho anunció la llegada de la medianoche y el cementerio de Salem cobró vida, de cada tumba surgían las almas para continuar con su eternidad cotidiana. Halloween se despertó como cada noche, era la única tumba que no tenía epitafio, solo un nombre de pila con dos fechas: Halloween 1690 – 1708.
Paseó por el camposanto saludando a sus vecinos y contemplando la inmensidad del firmamento, a veces pasaba horas perdida en el tiempo hasta el amanecer, pero esa noche le apetecía tomar una copa de oscuridad en el mausoleo Crayn, una taberna algo atípica del más allá.
―Mi clienta más bella del lugar, acércate Halloween. ¿Vienes a por un trago de oscuridad?―preguntó Ash Crayn.
―Sabes que sí, necesito drogar a los sentidos. Últimamente me pierdo en ellos… ―contestó con la mirada en otro lugar.
―No te preocupes, el culpable es la noche de todos los muertos. Cada año pasa lo mismo, los sentimientos se hacen más fuertes y los recuerdos olvidados regresan con fuerza.
―Sí, tienes razón. Son solo emociones de mortales… pero lo que no entiendo, es porqué me afecta tanto si en realidad nunca he cruzado el velo en la noche de muertos. Solo aquellos que lo hacen recuperan totalmente su…
―¿Su tragedia? A veces solo quieres recordar quién fuiste para poder seguir adelante o redimirte, otros se pierden y se quedan atrapados detrás del velo al recordar quienes fueron. Ten cuidado con lo que deseas, Halloween.
―Tú cruzaste el año pasado, y regresaste. Mírate, estás estupendo―dijo sin estar convencida de lo que decía.
―Regresé, es cierto… recordé mi tragedia, y quedé en paz. Pero… no hay posible redención para alguien como yo.
―¿Por qué?―quiso saber un poco desesperada.
―Mi hijo asesinó a su madre, a sus hermanos, a mí y después se pegó un tiro en la cabeza―explicó Antony Crayn entrando en la barra del antro―. Estaba enfermo, y no supimos ayudarlo.
—No fui aceptado… —susurró Ash casi en un suspiro. Aquella última frase hizo pensar a la joven.
Halloween no preguntó más, había visto dolor y culpa en los ojos de Ash. Se terminó su copa de oscuridad en silencio y sopesó ese viaje al otro lado. Podría estar veinticuatro horas caminando en el mundo de los vivos.
Abandonó la taberna Crayn para ir a dar una vuelta hasta las lindes de ciudad Epitafio, era el lugar más solitario del mundo. La muchacha guardaba un secreto que nadie sabía, cada noche observaba a Drake; un joven mortal que vivía en la casa Salem. Halloween llamaba al cuervo cada madrugada con el canto de su llanto más desesperado, este acudía a su llamada y se posaba en su mano a la esperaba de uno de sus ojos color esmeralda. Ella se sacaba uno, dejando así la cuenca vacía que a la vez le daba un toque siniestro. El cuervo, abría el párpado de su tercer ojo vacío para acoger el de Halloween.
Noche sí, y noche también sobrevolaba el frío nocturno hasta depositarse en la ventana de Drake. La muchacha sonreía feliz al ver a su amor platónico, uno que jamás podrá tener, pero si soñar. El joven era de su edad, y bastante gótico en todos los aspectos. Su pálida piel resplandecía bajo el halo de la luna y su cabello largo y negro le daba un aire de rebeldía.
Con los primeros rayos de sol el cuervo regresaba a devolverle el ojo a su dueña y esta desaparecía bajo tierra a la espera de otra eterna duermevela. Ese nuevo día iba cargado de nuevas sensaciones y decisiones, al final cruzaría en la noche de muertos a pesar de saber que recordaría su tragedia, pero el amor que sentía por Drake era más fuerte que todo el dolor del mundo.
Había llegado el gran día, todos los ciudadanos de Epitafio hacían cola esperando su turno con la muerte, la guardiana de los dos mundos. Solo ella podía levantar el velo y dejarles pasar. Halloween esperaba ansiosa, la fila se movía al ritmo de los Rocks Devil que tocaban sus instrumentos de hueso en la puerta de ciudad Epitafio para desearles buen viaje espiritual.
La muerte la miró con sus desprovistos ojos negros y con el dedo huesudo le tocó el corazón. De pronto el velo se levantó y vio un sendero de tierra con árboles secos en la vereda, no se oía nada salvo los latidos de su fantasmagórico corazón.
Delante suya se alzaba la casa Salem y por alguna extraña razón se sentía conectada a ella. Sin esperas, traspasó la puerta y fue derecha al dormitorio de Drake. Lo halló sentado en el suelo mirándose fijamente en el espejo. Halloween se detuvo detrás de él anhelando tocar su pálida piel.
Y de pronto, en mitad del silencio nocturno, escuchó de la boca de Drake: “Espectrum Mortis”.
Así fue cómo sus ojos se encontraron en un mismo plano, se saludaron con la mirada y algo mágico, ancestral, los unió y conectó. Ella deseaba la vida, y él la muerte. Pero ambos necesitaban algo más importante, el amor.
—¿Quién eres?—preguntó curioso.
—Halloween, y tú eres Drake. Te llevo observando hace muchas lunas. Desde ciudad Epitafio, mi lugar de descanso.
—Curioso tu nombre. En mi mundo, Halloween, es el nombre para referirse a la fiesta de la noche de muertos. Pero… creo haber visto tu rostro…
—¿Dónde? ¿En tus sueños?—preguntó deseando ser correspondida.
—No, en el desván—aquello la descolocó.
Drake la guió por la enorme casona hasta el desván, donde había innumerables objetos personales de los dueños originales. Él le mostró una vieja caja con documentos y retratos al óleo. Uno de ellos era la misma imagen que Halloween.
—Soy yo… —dijo con voz temblorosa, sabía que la tragedia se acercaba.
—En este documento pone tu nombre y tu apellido; Halloween Salem.
—Yo…
Los recuerdos regresaron cómo puñaladas ardientes, el dolor que una vez sintió se presentó con fuerza y ya no pudo controlarse. Se vio a ella misma correr por el desván…
🎃🎃🎃
“—Sam, escóndete. Aquí no te encontrarán, tú vivirás—le decía Halloween a su hermano pequeño.
—¿Es verdad qué eres una bruja?—preguntó el niño abrazándose las piernas.
—No, claro que no. Ellos me juzgan porque tienen miedo de la verdad.
—¿Qué verdad?
—Yo no maté a la familia Crayn, Ash estaba enfermo, loco y… —pensó en las atrocidades de su amigo—. En todo caso, yo no lo hechizé como me acusan. Fue culpa de su padre por repudiarlo y condenarlo por besar a un hombre… —un ruido interrumpió su monólogo.
—¿Qué es eso?
—Shhh… ya vienen.
Los gritos de Halloween hicieron llorar al pequeño Sam, el cual se sintió impotente por no poder ayudar a su hermana mayor. Los hombres la arrastraron hasta un hoyo cavado en la tierra y la enterraron viva a pesar de sus ruegos y desesperado llanto.
Los aldeanos, al enterarse de la atrocidad cometida por la iglesia católica en aquel día turbio y gris, lo bautizaron como el día de Halloween” y todos los años salían a la calle disfrazados de fantasmas y brujas para honrar ese trágico día”.
🎃🎃🎃
La muchacha regresó de su viaje astral vociferando cómo el rugido de una tormenta. Drake, roto por su agónico dolor, la estrechó entre sus brazos con besos y caricias hasta que la joven se calmó asimilando su tragedia.
—Esta era mi casa…
—Tranquila, yo cuidaré de tí—Drake sentía la necesidad imperiosa de proteger a Halloween.
Ella era su dama oscura, la mujer con la que soñaba todas las noches y con la única que se entregaría en cuerpo y alma. Pasaron las horas conociéndose, regalándose sonrisas y miradas cómplices. Soñando despiertos con viajes que harían juntos por el mundo. Atreviéndose a explorar otros caminos más románticos, con besos, entrega y promesas sin espinas. Parecía que sus sentimientos se reconocían con cada suspiro.
Llegó la hora de la partida, ninguno quería alejarse del otro e intentaron luchar, pero hay una regla natural: los muertos no pueden resucitar. Conscientes de su destino se despidieron con un fugaz beso pues no dio tiempo a nada más.
Halloween despertó en su solitaria tumba, se levantó del suelo y se dio cuenta de que alguien había escrito un epitafio en su lápida: “Siempre serás la luz de mi locura, mi lágrima negra”.
—Has vuelto—dijo Ash apareciendo de repente.
—Sí, aunque a punto estuve de perderme…—reconoció.
—Bienvenida, mi bella amiga.
—Ash.
—Sí.
—Gracias—la muchacha le sonrió, por fin se sentía en paz consigo misma. Y le daba las gracias por el detalle del epitafio.
Aquella noche tenía el corazón roto por el dolor, una vez más observaría a Drake. El cuervo surcó el viento hasta posarse en la rama de un árbol. Halloween observó a su amor subirse al filo de la ventana con una soga en el cuello.
—Drake… no lo hagas…
Cerró los ojos para no ver el final de la escena. Al cabo de los segundos, que le parecieron eternos, sintió la presencia de un espíritu a su lado.
—Halloween, ¿te gustaría viajar a Grecia?—susurró su amor platónico en su oído.
—Drake…
—La tragedia se convirtió en amor eterno…
Y con un beso de dos almas destinadas a ser, esta leyenda de muertos llega a su fin.
©Katy Molina 🎃
Gracias siempre por leer, espero que os haya gustado.

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