LA MONJA
Madonna, el mesías.
María
Magdalena llevaba un tiempo en el convento de las Carmelitas descalzas haciendo
penitencia por sus pecados, de vez en cuando la razón invadía su cabeza
aportando un poco de cordura a su locura permanente.
Pasó
un tiempo tranquila, parecía que las alucinaciones con Dios y Lucifer habían
desaparecido por completo hasta que sin comerlo ni beberlo pasó, una tarde, por
delante del despacho de la madre superiora. No había nadie y la puerta estaba abierta,
escuchó voces, entró despacio y encontró la televisión encendida.
De
pronto, apareció en la pantalla una mujer rubia, de tez blanca como una monja,
con labios rojos y carnosos, con unos ojos azules impresionantes y las paletas
de los dientes separados. Oyó como el presentador la llamaba Madonna. María
Magdalena quedó absorta viendo la imagen y más cuando la escuchó hablar.
Aquella mujer era su mesías, su guía y un mensaje del cielo y el infierno.
Madonna prometía al mundo hacer felaciones a todos aquellos que votaran por
Hillary Clinton. Lo vio claro, tenía que salvar al mundo del pecado haciendo
felaciones y comiendo vaginas.
Entonces,
la locura regresó con más fuerza a su cabeza, notó unas manos en sus hombros.
Una era de Lucifer y otra de Dios, los dos le sonreían desnudos, con la mano en
el pene. Se tocaban en silencio, mirando a Madonna hasta que explotaron
salpicando el semen en la pantalla. La cantante hablaba y parecía que acabase
de hacer una mamada.
María
Magdalena entendió aquello como la señal para salvar al mundo, empezaría por
las monjas. Antes de salir del despacho, se acercó a la pantalla de la
televisión y recogió semen con el dedo. Se hizo la señal de la cruz en la
frente y así empezar su cruzada perversa.
Era
hora de rezo, las hermanas se encontraban reunidas en la capilla principal
menos las novicias que estaban en una capilla anexa más pequeña. Había cinco jovencitas
dispuestas a entregarse totalmente al cuerpo de Cristo. María Magdalena entró y
se quedó parada detrás de las monjitas, todas ellas estaban de rodillas rezando
y con la cabeza apoyada en el suelo.
―De
pie―ordenó.
Las
novicias se levantaron al escuchar a una hermana, bajaron la cabeza al ver que
era la rara de María Magdalena. Ésta se acercó y les quitó a todas ellas la
cuerda de la cintura que utilizaban de cinturón.
―Cruzar
las muñecas.
Obedecieron
sin rechistar. Magdalena las ató, las giró de cara al altar sagrado y les hizo
arrodillarse con la cabeza puesta en el suelo. Fue una a una levantándoles la
túnica, todas llevaban bragas blancas de algodón. Se las bajó hasta mitad de
los muslos, las chicas se miraban entre ellas sin saber qué hacer.
―Recemos,
repetir conmigo. <<Padre de mi sexo, excita mi ser para sentir el orgasmo
más placentero aquí en la tierra. Que vengan mis manos a mi clítoris y lo
toques con fervor. Que tu voluntad explote de gozo en mi vientre. Amén>>
Las
novicias repitieron el rezo sin poder evitar humedecerse. Magdalena gateo
oliendo los traseros de las monjitas, todas ellas olían almizcle con olores
distintos y similares. En la posición en la que se encontraban, se les veía
perfectamente la rajita del sexo, ese bultito rajado tan apetecible y brillante
por el flujo.
Magdalena
comenzó a salvar sus almas a través del placer y el orgasmo, acercó la lengua
al primer chochito y lamió la carne húmeda. La novicia cerró los ojos con
fuerza, era la primera vez que le tocaban el sexo. Le gustó, mucho, gimió como
una gatita con las mejillas arreboladas, encendidas por el placer. Las otras
miraban envidiosas, deseando que llegase su turno. La Monja no paró de lamer
aquellos coñitos jóvenes hasta que alcanzaban el orgasmo entre espasmos y
gritos. Las novicias, una vez probaron el pecado, se abrían de piernas para que
chupara mejor.
María
Magdalena cuando sentía en la boca el gusto del orgasmo, aquellas feromonas
hechizantes de la hembra al haber llegado al coito, les metía dos dedos en el
sexo y después se los daba a probar en la boca. Las jóvenes estaban tan
cachondas y con la vagina tan hinchada que se masturbaron, dos de ellas se comieron
las tetas entre sí, mientras se tocaban con la mano intercambiando fluidos, las
otras dos hicieron un sesenta y nueve para volver a experimentar el gozo.
Magdalena seguía chupando el último chochito, era la más chillona y la que más
se mojaba. Casi se atraganta, no daba a vasto con tanto flujo. Las bragas
estaban empapadas y al correrse gritó como una perra en celo.
Los
chillidos alertaron al párroco que había venido a confesar a las hermanas.
Entró en la pequeña capilla y encontró aquella bacanal de coños mojados, se
escandalizó y excitó a la vez. Magdalena se levantó del suelo, con la boca
llena de fluidos y lo miró. En ese momento, vio a Lucifer enculando a Dios sin
manos, solo con el movimiento de sus caderas.
―Madonna
ha dicho que haría mamadas para salvar al mundo del pecado, ya sabes lo que
tienes que hacer.
La
monja caminó hasta el cura, lo miró a los ojos y le agarró el paquete por
encima de la tela de la sotana.
―Yo
le libraré de la oscuridad y la maldad, sus pecados quedaran redimidos.
―Hija…
pero… ¡¡Por todos los demonios!!
Magdalena
se había metido debajo de la sotana para comerse la polla del cura, no la tenía
muy grande, por eso razón pudo meterse el tronco junto a los huevos dentro de
la boca. Chupó con deseo y perversión, exprimiendo el alma del párroco. Éste
tuvo que agarrarse a los pies de Cristo, a la talla que había a su espalda para
no caer al suelo por el placer. Gritaba y lloraba de gozo y de pena por no
haber probado antes el pecado carnal.
El
cura se vació en la boca de la monja, ésta salió debajo de la sotana con la
boca llena de leche religiosa. El párroco se encontraba con la boca y las
piernas abiertas, tenía la frente brillante del sudor y seguía empalmado y
excitado. Se la quedó mirando con lujuria, deseaba follar el coño de la monja,
fue hablar cuando Magdalena se acercó más y escupió el semen en su cara
llenándolo por completo.
―Tus
pecados han sido redimidos, ve en paz padre.
Jajaja,esa loca y perversa mente tuya,
ResponderEliminarMe encanta
Jajaja esa loca y perversa mente tuya
ResponderEliminarMe encanta María Magdalena
Joder!!!....salvaje
ResponderEliminarQue mente más excitante tienes
Maravillosamente perverso, como siempre. Me han entrado ganas de buscar algún convento y mancillar a alguna anciana decrépita. Realmente bueno!
ResponderEliminarCreo que es la primera vez que visito tu blog (de hecho no sabía ni que tenías, es lo que tiene ser un desastre jaja) pero creo que me pasaré muy a menudo, por que lo merece.
Los caminos de la golosa humedad clitoriana son inescrutables :)