Lucía
tenía un problema muy grande, el miembro viril masculino. Su obsesión empezó
desde muy joven siendo casi una adolescente. A sus treinta y tres años la
obsesión por los penes se había convertido en locura. Dejó de ser una mujer
normal en cuanto empezó acosar a los hombres para entablar conversaciones con
sus vergas.
La
comunidad de Madrid la encerró en un psiquiátrico, llamados también Manicomio.
Como una adicta al tabaco, Lucía tenía mono de chupar penes. La tuvieron
durante una semana atada con correas a una cama, debían intentar quitarle esa
adicción tan perversa.
Tras
casi dos semanas en aislamiento sin ver a hombres, fue a su primera visita con
el psiquiatra. La trataría una mujer para evitar desastres en su recuperación.
Lucía entró con su camisón de hospital y un poco aturdida por la medicación que
le administraban. La psiquiatra se quedó a solas con la paciente, era una
doctora muy atractiva y más con la falda estrecha y camisa escotada que vestía.
Lucía
se sentó enfrente de la médica, con las manos sobre la mesa. Sonia, la
psiquiatra, empezó hacerle preguntas rutinarias. La paciente fue contestando a
todas ellas sin inmutarse hasta que, de repente, percibió un olor muy característico
que la volvía loca, la esencia del pene. Cerró los ojos y aspiró con fuerza
cerciorándose de que, en aquella habitación diminuta, había una deliciosa
polla.
De
pronto, corrió la silla hacia atrás y se metió debajo de la mesa sorprendiendo
a la doctora. Ésta echó un poco para atrás la silla y miró debajo de la mesa.
Vio a Lucía de rodillas y mirando bajo su falda. La paciente sonrió con una
sonrisa lasciva y, sin esperárselo la doctora, metió la mano entre sus piernas.
Pegó un chillido de sorpresa y excitación a la vez, se estremeció de placer al
sentir su tacto.
―La
doctora esconde una suculenta sorpresa―dijo
Lucía acariciando su pene con la mano.
―Ahhh…
detente… ummm… no pares… digo…ohhh―a
Sonia se le nubló el juicio bajo sus manos. Ahora entendía por qué era una
obsesiva del pene, sabía cómo tocar bien el instrumento viril.
Lucía
pasó las manos por sus muslos hasta enredar la falda en la cintura. Ahí
estaba, la polla con ese olor tan característico que la volvía loca de deseo y
placer, que la humedecía hasta el punto de querer follar sin descanso. La
adoraba. Cogió entre sus manos el trozo de carne erecto, lo miró con lujuria y
fascinación. Lo olisqueó por todo el tronco y lamió despacio para saborear el
glande con algunos restos inevitables de orina. Sonia rechinó los dientes, la
muy puta acababa de descubrir su secreto más oscuro. Sin importarle que estuviera
en horas de trabajo, se abrió la camisa para sacar sus pechos operados. Se bajó
la copa del sujetador y pellizcó sus pezones mientras que la paciente jugaba
con su pene.
Sonia
abrió más las piernas, tenía los testículos cargaditos de leche. Lucía tenía
las bragas mojadas y por sus muslos bajaba un reguero de fluidos. Se pegó con el pene en la boca un par de
veces y se lo metió entero disfrutando de cada terminación nerviosa, vena,
rugosidad y sabor. Hasta el fondo, con
arcadas, se la tragó toda. Sonia seguía tocándose los pechos y, excitada, le
folló la boca a la paciente levantando las caderas.
Lucía
siguió chupando con fogosidad, exprimiendo cada gota. Quería el semen en su
garganta, llevaba demasiadas semanas sin probar su heroína. Impaciente, le rozó
los testículos con las tetas y funcionó. Sonia explotó en un sonoro orgasmo, agarró
la cabeza de la paciente con fuerza y le encajó la polla hasta tocar su
garganta. Por la comisura de la boca, salía el líquido blanco y viscoso a
borbotones. Lucía puso los ojos en
blanco y se corrió al sentir la textura y el sabor del semen en su paladar.
Sonia
se desplomó en la silla, con el pene al aire y echando los resquicios de su
leche secreta. Lucía se lamió la boca, los dedos, lo mezclaba con sus propios
fluidos y seguía ingiriendo.
La
doctora se arregló la ropa avergonzada por lo que acababa de ocurrir, con un
clínex limpió la boca de Lucia y su sexo, tiró la prueba de su locura a la basura. Besó
a la paciente en los labios y le dijo.
―Shhh…
será nuestro pequeño secreto.
Seguire a Lucia.....
ResponderEliminarLucia me excita
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