Sandra
trabaja como peluquera en un salón de belleza, su vida gira en torno a su
apariencia. Es consciente que es una mujer muy hermosa, alta, pelirroja con el
cabello hasta la cintura, una cien de pecho y un cuerpo envidiable.
Tenía
una vida perfecta y un matrimonio maravilloso. Pero no todo era espléndido en
su vida, Sandra guardaba un secreto delirante, tenía obsesión por las pelucas.
La razón, su precoz alopecia y no quería cualquier pelo, no, ella solo se
sentía poderosa con el vello púbico masculino. Tejer pelucas para ella misma y
ponérselas le daba seguridad. Esa era la única rareza de Sandra. Lo más
complicado de todo era conseguir ese vello pues era una mujer casada y debía
cuidarse mucho, para que su vida siguiera siendo impecable.
Buscaba
a sus víctimas a través de redes sociales como Facebook, los engatusaba con
palabras descaradas e insinuantes fotos de su cuerpo, después quedaba con ellos
en persona.
Era
sábado por la noche, había puesto como excusa a su marido que tenía cena con
las amigas. En el cuarto de baño se daba los últimos retoques a su imagen de
pin up que tanto éxito tenía entre los hombres. Había quedado en un Motel de
carretera con Pablo, un pelirrojo con más pecas que un plato de lentejas. Se
había asegurado, con sus artes eróticas, de que le enseñara sus partes íntimas
para comprobar que tuviera vello. Los hombres que se depilaban los convencía
para que se dejaran crecer el pelo, les decía que se excitaba mucho con el
vello púbico. Estos la complacían sin miramientos por tal de tener sexo con
semejante bombón.
Fue
directa a la habitación 23 del Motel, a Pablo le había dado la dirección y el
número de habitación. Sandra, nada más llegar, sacó del bolso un bote de
cloroformo, gel bacteriano y unas tijeras pequeñas. Lo dejó todo encima de la
cómoda tapándolo con un pañuelo.
Llamaron
a la puerta, fue abrir y allí con una sonrisa tímida se encontraba el
pelirrojo. Sandra se quedó embobada mirando su cabello, era incluso mejor que
en las fotos de Facebook, el color de su pelo era de un rojo intenso.
Emocionada se hizo a un lado y lo dejó pasar.
Sandra
se mordió el labio excitada, no era necesario entablar conversación, estaba
todo dicho. Tiró de su cinturilla para inhalar el aroma a vello púbico
pelirrojo, olía a after shave, Pablo había cuidado hasta el último detalle. Lo
llevó tirando de su cinturón hasta la cama. Pasó sus manos por su pecho
escultural y lo empujó con fuerza. El pelirrojo quedó tumbado en la cama con
los brazos en cruz, todavía no podía creer que aquella hermosura se hubiera
prestado a tener sexo con alguien como él.
La
muy perversa, sacó dos fundas de almohadas de la cómoda, con ellas, le ató las
muñecas al cabecero de la cama. Le sonrió para tranquilizarlo. Se desnudó
dejándose el sujetador tranparente de encaje blanco y un liguero a la cadera
sujetando sus medias blancas. Anduvo por la cama como una gata, muy húmeda de
ver todo aquel vello púbico. Gateó hasta posar su sexo en su boca y lo restregó
moviéndose adelante y atrás. Pablo bebía de su coño, tragando ansioso sus
fluidos, estaba muy mojada. Sandra se retiró de su cara y bajo a su pene, era
de tamaño normal, casi naranja se podía decir y con pecas. Pasó la lengua por
su tronco llenándolo de saliva, Sandra no le quitaba los ojos de encima, veía
como el pelirrojo apretaba los dientes y los dedos de los pies los retorcía de
placer.
Subió
ahorcajadas y se quitó el sujetador, Pablo alucinó con aquellas aureolas
grandes y sonrosadas, eran preciosas. Agarró el pene y fue bajando hasta
encajarse completamente. Cabalgó aquel hombre moviendo sus anchas caderas y su
enorme trasero. Se pellizcaba los pezones gozosa de placer, Pablo gritaba
extasiado, Sandra sabía como follar a un hombre. El movimiento de pelvis era
esencial. Para sorpresa de Pablo, vio como aquella diosa succionaba su pene con
la vagina entreteniéndose en el movimiento, estaba a punto de correrse. Verla
gritar y tocarse el clítoris con la mano era un sueño hecho realidad. Sandra
llegó al orgasmo temblando de pies a cabeza y apretó sus pechos dejando salir
un chorreón de leche materna. Hacía poco que había sido madre. Pablo no se
esperó aquel regalo y abrió la boca para recoger aquel elixir.
Satisfecha,
fue a complacer a su víctima. Saco su pene de su interior y se colocó a un lado
de la cama para que el pelirrojo viese todo con perspectiva. Lamió aquella
polla con sus labios rojos como la amapola, chupando como si fuera un chupa
chups. Pablo explotó en su boca.
Sandra
hizo el amago de ir a limpiarse, pero de camino a la cómoda se tragó el semen.
Cogió el pañuelo y lo untó de cloroformo, lo escondió detrás de su espalda y
regresó a la cama. Bajó su cara hasta su boca para darle un beso, pero no le
daría un beso de pasión, si no de Morfeo. Sacó el pañuelo y se lo puso en la
boca, Pablo intentó resistirse pero estaba bien amarrado. A los segundos, se
durmió.
Sandrita
respiró aliviada, cogió el gel bacteriano y le lavó la zona íntima hasta
dejarla reluciente. Después peinó su vello con un peine y con el secador del
Motel lo secó. Solo faltaba podárselo, cogió las tijeras y le quitó todo el
vello casi de raíz, con mucho cuidado de no estropear nada. Lo tenía entre sus
manos, contenta, se lo acercó a la nariz y olió.
Antes
de marcharse le dejó una nota amenazante, si se iba de la lengua publicaría su
escena de sexo en las redes sociales para avergonzarlo. Sandra era una
coleccionista de vello púbico muy perversa. Llegó a casa y fue derecha a su
armario de los secretos, del cual sacó una peluca pelirroja a medio hacer. Con
el pelo que había conseguido ya tenía para la parte del flequillo, solo le
quedaba una víctima más y estaría completa.
―Pronto,
querida, pronto…
Jajajaja...muy divertido.
ResponderEliminarMagnífico, como siempre, Katy, un relato brutal. ¡Eres enorme!
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