Jack
el Empotrador
Sueños
Realizados en las calles de Londres
A veces, tantos años de
casados hace que la rutina nos haga olvidar las pasiones del primer día. Eso le
pasó a Sofía con su esposo, muchos años de matrimonio, te acostumbras a la
rutina y descuidas a la pareja sin ser consciente de ello. El aburrimiento en
sus vidas había hecho que Sofía se resguardara en los libros de literatura
romántica, donde aquellos personajes apuestos eran su escape y sus fantasías
más perversas.
Un día, cayó en sus manos
el libro que le haría experimentar el anhelo de volver a sentirse amada. Nada
más y nada menos que un diccionario castellano – inglés. Quiso aprender el
idioma, por ello memorizó palabras comunes hasta defenderse sin darse cuenta.
Era una esponja memorizando.
Se enteró que en Londres
se hacía cada año un evento literario con lo mejor del folklore de aquella
ciudad. Entusiasmada, le propuso a su marido un escapadita a Londres, así
pondría en práctica lo aprendido con el diccionario y de paso vería a sus
escritoras preferidas e intentaría hacer reaccionar a su marido.
Recibió una negativa como
siempre. Harta de estar siempre a sus caprichos se rebeló. Cogió la tarjeta de
crédito y compró un billete de avión rumbo a Londres.
Aquella mañana, dejó en la
cama una nota a su querido maridito, “Me
enamoré de un lobo y ahora estoy casada con una perdiz sin final feliz. Que te
den por culo”. Al lado de la nota dejó su consolador personal para que así
captara la indirecta y por ella que se reventara el culo con el aparato.
Dispuesta a dar un cambio
en su vida, subió al avión a pesar de las consecuencias que traería. Sofía
paseaba por las calles de Londres con su inseparable diccionario. Fue a la
convención, se lo pasó como una enana e hizo turismo por cada rincón de aquella
misteriosa ciudad.
Sin darse cuenta, la noche
se alzó sobre ella como un velo tapando la ciudad. La densa niebla, típica de
la ciudad, apareció como un fantasma en las callejuelas empedradas. Sofía se
había internado en un laberinto de calles imposible de sortear, no encontraba
la salida alguna avenida principal.
Anduvo atenta a las
señales. En un rincón, a unos veinte pasos de ella, había un hombre fumando un
pitillo y tenía el rostro tapado por la sombra de un sombrero. Se fijó en la
figura del desconocido, no tuvo miedo, solo le provocaba
El tipo tenía buen porte.
Por un segundo pensó en ser puta y vender su cuerpo aquel hombre. Necesitaba
volver a sentir la pasión que su marido le había negado durante mucho tiempo.
Dejó volar la imaginación
y descarda, se abrió el escote para presumir de canalillo, pretendía provocar
una erección al desconocido.
Movió las caderas de lado
a lado, convirtiendo el silencio en música perversa. Pasó por delante del tipo
y se paró frente a él, la miró descarada y habló <<Me da un pitillo>>
El tipo dio una larga
calada sin apartar la mirada del suelo. Tiró la colilla y sin esperárselo
Sofía, la agarró con fuerza girando su cuerpo. Pegó la espalda de la joven
contra su torso. Un brazo la sujetó por la cintura y con una mano la cogió del
cuello. Tembló de excitación entre sus brazos, no tenía miedo, la adrenalina de
la incertidumbre le provocaba morbo. Sintió el aliento del tipo en su oreja y
se humedeció al escuchar <<Soy Jack
el Empotrador>> su voz era ronca y muy sexy.
En el callejón, la empotró
contra la pared, le bajó las bragas hasta la mitad de los muslos. Subió las
manos por sus torneadas piernas hasta sus glúteos, los cuales apretó con
fuerza. Pasó su nariz por la raja del cuelo, oliendo su almizcle. Sofía jadeaba
excitada, simplemente por el morbo de no saber que iba a suceder.
Jack sacó la lengua y
lamió su sexo palpitante y húmedo. Degustó aquella joven descarda, pasó su
lengua por todas sus terminaciones nerviosas, disfrutando de su aroma y
gemidos.
A continuación, se
levantó, tocó sus pechos y le abrió la blusa de golpe liberando sus deliciosas
tetas, las cuales tocó con placer.
Se bajó la bragueta y la
metió a pelo en su coño chorreante. Era tal la excitación que su crema
resbalaba por sus muslos. Jack se agarró a sus tetas y la empotró contra el
muro, le dio bien fuerte, quería matarla a orgasmos.
Empujó sin descanso hasta
que la sintió temblar. No pararía hasta llevarla al séptimo infierno. La sujetó
entre sus brazos, pues se encontraba lacia de placer y siguió empotrándola
excitado.
Besó su cuello dejando una
marca de su encuentro. Sofía sintió de nuevo vida en su vientre, gritó sin
creérselo, un segundo orgasmo y explotó de nuevo jadeando su nombre “Jack…”
Exhausta, se giró para ver
al culpable de su felicidad <<Curioso
que te llames igual que el hombre que no me hace gozar>> El tipo
levantó la mirada y se quitó el sombrero mostrando su rostro, Sofía lloró de
emoción. <<Estás segura de lo que
dices>> pues no era otro que su marido, su lobo.
Está claro que el destino de Sofi para romper la rutina a base de orgasmos es coger un avión... :)
ResponderEliminarNormal que en casa el marido no le hiciera mucho caso... ser Jack el empotrador debe ser agotador.. jajaja...
Eres la ostia Katy... Qué bueno lo de la nota.. jajajaja