SEGUNDA PARTE
La Monja Atómica, capítulo 1
“El
Despertar de la Fiera”
Dios creó la tierra en
siete días y María Magdalena creó a su alter ego infernal en siete segundos.
Matar, fue el momento crucial para su mente enferma. A partir de ese instante, abrazaría
la Catedral de Lucifer y se consagraría.
El rey del infierno le
habló, le dio un mensaje, debía acabar con el mal que Dios, el misericordioso,
había dejado suelto y a sus anchas por el mundo. La Monja entendió que el
demonio tenía un alma pura que Dios había condenado injustamente.
Moscú, Rusia.
María Magdalena se
encontraba en una iglesia ortodoxa abandonada. Había viajado lejos para salvar
al mundo de sus detractores, demasiada mierda que barrer.
Primero, tomaría la
comunión de la Santísima Trinidad en cuerpo y alma. Tenía que beber el cuerpo
del pecado, el cuerpo de Lucifer. En la Cruz, tenía amarrado a un tío, a un
pecador, era escoria y solo se merecía lo peor. La Monja, desnuda, con tan solo
la cruz invertida reposando en sus enormes tetas, se acercó a su víctima. El
cual estaba hasta el culo de heroína.
Como a Cristo en la cruz,
cortó sus muñecas. De ellas brotó la sangre de su unión con Lucifer. Llenó el
cáliz y le clavó la daga en el corazón. El pobre diablo le había servido de
alimento, el recipiente no le interesaba.
La Monja se reunió con
Lucifer en el altar, él la esperaba en su mente enferma. <<Arrodíllate>> ordenó el demonio <<beberás un sorbo del cáliz, chuparás la polla del infierno y
tragarás el poder de Cristo en el infierno. Por último, te correrás en suelo
sagrado>>
María Magdalena siguió
todos los pasos a raja tabla. Arrodillada, olió el infierno entre las piernas
del demonio. Eso era lo que ella veía, en realidad era una imagen tallada de
Cristo. Restregó la cara en sus partes, sacó la lengua y salivó en su carne. Ya
estaba preparada, cogió el cáliz y bebió la sangre del tipo. La sangre se
derramó por la comisura de su boca y resbaló por sus pechos erguidos por la
excitación del momento.
A continuación, cogió su
pene con las dos manos y lamió su glande. En círculos, chupó el capullo de
Lucifer, mordió sus testículos con suavidad, pasó la lengua por sus prominentes
venas y tragó, hasta el fondo. Mamó como si chupara de un botijo para beber
agua. Notó como la polla de Lucifer se contraía hasta derramar el fuego del
infierno en su boca.
La Monja jadeó, la mirada
se le oscureció, la perversión se había apoderado de su cuerpo. Húmeda y muy
excitada, se colocó encima de una tumba sagrada de la iglesia. Cogió la pipa,
una pistola que había comprado hacia unos días, era su arma más infernal, se
llamaba Satánica.
Con el sexo más que
lubricado, utilizó el cañón alargado como consolador. En cuclillas, se abrió de
piernas y deslizó el arma en su cavidad resbaladiza. Con una mano la sacaba y
la metía para follarse a sí misma, con la otra mano se apoyaba en el suelo para
poder levantar las caderas y seguir el compás de sus propias embestidas.
Blasfemó en latín hasta correrse. Sacó la pipa de su interior y se abrió bien
de piernas, restregó su coño por la tumba para impregnarla de crema diabólica y
de paso limpiarlo.
Satisfecha, miró a Lucifer
que había observado en silencio su comunión con el infierno y le lanzó un beso,
el propio demonio atrapó al vuelo con la mano y se lo devolvió. Por supuesto,
nada era real, todo estaba en su locura desmedida. Ahora estaba preparada para
salir al mundo con Satánica y eliminar con la palabra del pecado a la mierda
del mundo. El sexo su mejor baza para exterminar al verdadero demonio, que no
era otro que el ser humano más depravado.
La Monja Atómica había
cambiado la vestimenta tradicional por un traje de látex bien ceñido al cuerpo,
por unas botas militares con la punta de metal y un cinturón de vaquero para
Satánica. Lo único que no había cambiado era la cofia de monja, seguía llevándola.
Al salir de la iglesia, un
animalillo hermoso a sus ojos se le paró justo en los pies, la miró a los ojos
y se enamoró de aquel animal. Era una enorme rata de cloaca, escuchó como aquel
ser le hablaba <<María Magdalena,
Lucifer me ha enviado para ayudarte en tu batalla contra el mundo, seré tu
siervo>> La Monja se enterneció y cogió al animal entre sus brazos. <<Seremos inseparables, serás como mi
hijo, te llamaré Abaddón>> llamó al animalillo como el demonio del
inframundo que significaba muerte.
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