María Magdalena
La Historia de la Loca Monja Atómica
Primera Parte
Capítulo Uno
<<Dios,
perdona mi pecado. Lucifer, tu hijo, me habló ayer, quería que fuera la
defensora del placer. Me dijo que a través de mi coño salvara vidas pecadoras.
He sido convocada para salvar a tus hijos de la perversión>>
María Magdalena rezó desnuda de rodillas con un
rosario metido dentro del sexo. Había escuchado la llamada del demonio, su
misión en la tierra era salvar a la humanidad de no disfrutar del placer. Viajó
como misionera hasta la ciudad de Tetipac, Guerrero, México. El nombre de la
ciudad significaba “sobre las piedras”. La
monja llegó hasta un viejo Motel, allí recibiría la llamada del infierno.
Esperaría paciente. Tocaba hora de rezo, encendió una vela, se desnudó y metió
el rosario de madera en su coño. Era su manera de rezar.
<<Padre
de mi sexo, excita mi ser para sentir el orgasmo más placentero aquí en la
tierra. Que vengan mis manos a mi clítoris y lo toques con fervor. Que tu
voluntad explote de gozo en mi vientre. Amén>>
Magdalena cogió la vela y derramó cera en sus
pezones. Le excitaba el dolor. La cera blanca se adhería a sus pechos quemando
la piel, enrojeciéndola. La monja gritó de placer. Tocó su coño haciendo la
cruz. Sus fluidos resbalaban por sus muslos hasta que alcanzó el pecado eterno.
Entonces, en el silencio del dormitorio escuchó la voz de Lucifer en su cabeza.
Se tumbó boca arriba y vio una masa de humo negro en el techo con ojos rojos.
Sacó el rosario de su sexo y se lo metió en la boca para protegerse del
demonio.
<<Magdalena,
explora la ciudad de Tetipac, tienes que encontrar una polla joven,
descarriada. Dale de comer tu coño, solo así sentirá la llamada de Dios y
salvará su alma>>
La monja escuchó atentamente. Fue hasta la maleta y
sacó su hábito blanco, el que servía para purificar almas. Antes de marcharse,
miró al lavabo y vio a Dios y al demonio fornicar delante del espejo. Era Dios
quien daba por culo a Lucifer.
―Tengan buena noche, amos.
Magdalena dejó a sus divinidades gimiendo en la
habitación. Tenía trabajo que hacer. Llegó hasta un barrio humilde, demasiadas almas
descarriadas pero debía elegir. Vio una en concreto que llamó su atención, él
era Tomás Martínez. Un joven trabajador que le acababa de dejar la novia y
ahogaba sus penas en alcohol.
La monja le cortó el paso con un crucifijo de
madera en la mano. Tomás rió sin hacerle caso, no estaba para rollos de la
iglesia. Magdalena, no solo tenía una cruz, era un arma de fuego. Quitó la
parte de abajo del crucifijo, descubrió una pequeña pistola y la cabeza de
Jesús servía gatillo. El joven se asustó mucho y cayó redondo al suelo.
Demasiado alcohol en las venas, por un momento
creyó que era producto de su imaginación. Magdalena le hizo un gesto de cabeza
hasta un callejón oscuro, allí le hizo arrodillarse y cruzar las manos a la
espalda. Las ató con fuerza, le quitó el pantalón dejándolo con la polla al
aire. En ese momento, la tenía lacia. La monja se quitó el hábito mostrando su
desnudez. Tomás abrió mucho los ojos por la sorpresa, la monja loca estaba
tremenda. Vio como se metía un rosario de madera en el coño. Se lo acercó a la
boca, con un movimiento de cadera le dio con la cruz en los labios, se balanceó.
―Hijo mío, Lucifer me ha enviado para follarte y
salvar tu alma. ¿Te arrepientes de tus pecados?
―Sí, claro, por supuesto, soy el mayor hijo de puta
pecador de la tierra.
―Primero rezarás un Ave María, repite lo que yo te
diga.
―Sí, señora.
<<Dios
te salve Tomás y te llene de perversión. El señor está contigo. Bendito tú eres
entre todos los coños, y bendita sea tu polla, de tu bajo vientre, Jesús. Santa
Magdalena, madre de orgasmos, ruega por Tomás, pecador, ahora y en la ahora de
su placer. Amén>>
―Amén― a Tomás se le acaba de pasar toda la
borrachera. Aquella monja estaba loca de cojones.
Magdalena se sacó el rosario del sexo y
se lo colocó en el cuello.
―Segundo, comerás la oscuridad para
limpiar tus pecados.
La monja le dio el culo. Tomó la
posición de rezo, con el culo en pompa. A Tomás se le hizo la boca agua, tenía
un ano sonrosado. Lamió con la lengua el culo de Magdalena. Su pene crecía por
momentos.
―Tercero, comerás la hostia sagrada de
Dios.
Se tumbó en el suelo con las piernas
abiertas. A diferencia de otras mujeres, Magdalena no se depilaba, tenía sus
vergüenzas con vello púbico, negro como el carbón. Tomás bajó su cabeza hasta
su sexo y lamió aquel bosque de perversión. La monja estaba deliciosa, no lo
podía negar.
―Ahora sacaré tus pecados de tu cuerpo y
limpiaré tu alma.
Hizo al joven que se tumbara en el
suelo. Tenía el pene erecto como un palo. La monja se sentó a horcajadas encima
de él y se metió su polla. Empezó a moverse en círculos para disfrutar del
placer. Quería dejarlo seco, exprimir hasta su última gota de semen.
Cogió un ritmo rápido, resbalando por
el falo de Tomás. El joven tenía los ojos vueltos, era un placer exquisito. La
monja aceleró sus embestidas bamboleando el trasero.
Estaba a punto de dejarse llevar,
Magdalena salió de su interior. Agarró el pene con la boca y terminó el trabajo
con una felación. Debía tragarse sus pecados, su semen. Le dejó el miembro
limpio y una sonrisa en la boca. Tomás había sido follado sobre la piedra, tal
como decía el nombre de Tetipac.
Lo desató y le dio su bendición.
Acababa de salvar a un pecador de los infiernos. Satisfecha regresó al Motel.
Al entrar, encontró a Dios y a Lucifer viendo una película porno. Magdalena
subió a la cama en medio de sus amos y vio el documental sexual con ellos.
Katy Infierno
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