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Raquel Miranda
“PASIÓN ANDALUZA”
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Dicen que tu alma gemela o persona especial está en algún lugar del mundo esperando a que la encuentres, puedes pasar una vida entera buscando y no hallarla. Pero a veces ocurre esa magia, que sin darte cuenta, sucede sin más. En un viaje exótico, en unas escaleras mecánicas de un metro, en un patio… Así fue como Raquel Miranda encontró a su mitad perfecta.

Su vida había sido dura, un cuadro de Rembrant lleno de oscuridad con pinceladas y matices específicos que marcan una vida. Raquel tenía una vida perfecta, siempre pensó que su pareja, la cual conocía desde muy joven, era su alma gemela. Se equivocó, Javier solo se quería a sí mismo, nunca cuido de la dulce Raquel; al contrario, la destruyó hasta dejarla vacía por dentro. Lo único que quería de ella era su gran fortuna, herencia de sus padres fallecidos.

Cuando descubrió que su futuro marido solo la quería por su dinero, su mundo se hizo añicos. El corazón le dejó de latir y las horas se pararon deteniendo su vida en ese instante. Se quedó sola, en la fría oscuridad de su dormitorio, solo las sombras y su desgracia eran su compañía. Cada mañana, se miraba en el reflejo del espejo buscando algún indicio de vida, pero no quedaba nada, era una hoja en blanco sin escribir, un lienzo virgen. Si no se quería marchitar en la amarga soledad debía tomar decisiones importantes, o al menos intentarlo. Así fue como Raquel Miranda dejó Valladolid y se trasladó a vivir a Córdoba, empezaría a trabajar en las Caballerizas Reales como cuidadora del famoso Caballo Andaluz.

El sol de Andalucía y la amabilidad de sus gentes hicieron que una tímida sonrisa se reflejara en su cara. El dolor era más soportable. Desde niña había montado a caballo, su padre le había enseñado. Nada más poner el pie en las Caballerizas Reales se quedó embelesada, era un lugar emblemático y mágico. Córdoba fue la ciudad que vio nacer el origen del caballo Andaluz.

Pasó al gran patio donde se hacía los espectáculos ecuestres para los turistas y donde también entrenaban con los animales. Su corazón explotó de vida al ver a un hombre moreno azabache, bronceado de piel y de mirada oscura a lomos de un precioso Caballo blanco. El hombre al verla, detuvo al caballo y la miró con deseo. No era la hora para los turistas, le extrañó su presencia. Desmontó y fue a su encuentro.

Buenos días señorita, las caballerizas no abre hasta las diez. ¿Quién le ha dejado entrar?

Don Pepe, un hombre muy simpático y agradablese refería al porterome llamo Raquel Miranda y soy la nueva cuidadora.

Oh, lo siento. Soy Rafael, entrenador de estas hermosas bestias andaluzas.

Un placer.

Raquel le estrechó la mano y lo miró directamente a los ojos. Eran negros como la noche con pequeñas motitas alrededor del iris. Dicen que el iris es un ADN genético que conecta las personas en el tiempo y el espacio, que en algún lugar del mundo nace otra persona con tu misma personalidad, tus mismos gustos, físicamente distintos pero con los mismos ojos. Eso fue lo que vio Raquel, ese color de ojos lo había visto en el algún lugar de su mente dormida, quizá en otra época, en otro mundo pero con la misma finalidad, aquel hombre cordobés era su mitad perfecta. Lo sintió en lo más profundo de su ser, en el vello erizado de su piel, en el sonido de su voz, en la manera de mirar, Raquel, se acababa de enamorar. Comprendió que había tenido que sufrir en la vida para encontrar a su compañero de viaje, ese pensamiento la llenó por completo de felicidad y sus días oscuros quedaron enterrados en su alma.

Rafael era una hombre maduro, con buen porte, inteligente, educado y soltero. Raquel Miranda llevaba dos semanas trabajando en las Caballerizas Reales, cada día, lo observaba desde la distancia suspirando por una caricia o un beso. Se decía constantemente que debía ser ella quien diera el primer paso, había visto las señales, las miradas hambrientas de Rafael, eran evidentes y esperaba no equivocarse.

Una tarde, tuvo que quedarse hasta última hora cuidando de Canela, un caballo andaluz que se estrenaba, al día siguiente, en el espectáculo ecuestre. La noche se echó encima, recogió sus cosas para ir a casa cuando vio luz en una de las salas de exposición del recinto. Se asomó para dar las buenas noches y se sorprendió al ver a Rafael limpiando las botas con cera a la luz de las velas. Era su oportunidad para invitarlo a un café, no estaba segura de si aceptaría. Dudó si entrar o no, al final decidió irse sin más. Pero una voz la interrumpió haciendo que un hormigueo en el vientre le pellizcara el estómago.

No vas a saludar, Raqueldijo Rafael sin apartar la mirada de las botaspasa por favor, quiero enseñarte algo.

Entró cohibida y vergonzosa, aquel hombre imponía con su sola presencia. Raquel se quedó a un palmo de su cuerpo, esperando a que hablara.

Me deseas Raquel…

¿Cómo dices?

No era una pregunta si no una afirmacióndejó la bota y la miró intensamenteMe di cuenta el primer día que nos conocimos, ¿sabes por qué?, porque yo también lo sentí.

El corazón de Raquel empezó a bombear muy rápido, no daba crédito a lo que oía, era correspondida.

Deja que te haga sentir, para que no quede duda de nuestro flechazo. De ésta manera sabrás que es real y no un sueño.

Rafael le ofreció la mano, no dudó, la cogió sin miedo. Quería entregarse a su mitad perfecta.

Confía en mísusurró en su oreja.

Lo hago…

Con un fajín, tapó los ojos a Raquel, quería hacerle sentir con los sentidos. Despacio, sin prisas, fue quitándole el vestido. Recorrió su cuello con tiernos besos, bajando por su curva hasta su hombro. La guió hasta un poste de madera y ató sus manos a su espalda.

¿Alguna vez te han excitado con la cera de las velas?, te prometo que no dolerá, si no que… te haré sentir placer.

Nunca… hazme sentir Rafael, quiero sentirme viva…

Las velas que tenía eran normales, de las que se pueden comprar en cualquier bazar y las mejores para empezar a jugar sin pasarse. No quemaban tanto como las de cera de abeja, esas eran las peores para un principiante. Cogió una vela, la acercó a Raquel y encendió la mecha con un fósforo. Agudizó el oído al escuchar el ruido al encender una cerilla, no poder ver, solo escuchar y sentir a ciegas era muy excitante y estimulante.

Notó el calor de la llama cerca de su cuerpo, estaba nerviosa, no le gustaba sentir dolor. Pero Raquel no comprendió que clase de dolor era hasta que las primeras gotas de cera se vertieron en su piel desnuda, exactamente en el escote. Se le escapó un jadeo <<Ahhh>> la mezcla de quemazón mínima mezclada con el deseo del juego era muy gozosa.

Rafael recorrió su cuerpo con gotitas de cera tapando por completo los pezones, se excitó al ver tensar a Raquel las cuerdas cada vez que dejaba caer una gota. Podía oler la humedad de entre sus piernas, no resistió la tentación de probar su sabor. Sin esperárselo, le metió dos dedos en la vagina y los sacó para catar su esencia. Chupó con deleite, volvió a repetir la operación pero ésta vez sería Raquel quien probara su propio sabor. Volvió a hundir los dedos en su sexo y los metió sin previo aviso en su boca. Gimió con los dedos dentro, era delicioso y muy morboso.

―¿Te gustaría bailar poesía erótica a lomos de un caballo andaluz bajo las estrellas?

Siempre que sea contigo…

Desnudos bajo el abrigo del sofocante calor de agosto, salieron al patio en busca de Canela. Un escenario en movimiento donde darían rienda suelta a la pasión andaluza. Rafael montó primero, con su verga reluciendo imponente y mirando al cielo, como una aguja en un pajar a punto de hilvanar la sedosa piel de Raquel. Con un brazo la ayudó a subir y a horcajadas la clavó en su entrepierna. Sus bocas se juntaron en un anhelo de lujuria, Canela fue trotando por el patio de las Caballerizas reales, sus cuerpos se movieron al compás del animal, excitándolos hasta explotar en un orgasmo colosal. Exhaustos, se amaron abrazados escribiendo las primeras letras en la vacía hoja de Raquel. En ella decía, << A lomos de un caballo Andaluz colmó mi vida de pasión>>


Comentarios

  1. Mi espíritu motero lo ha deceado siempre sobre una moto, pero despues de esto lo cambio por el caballo y ese trote placentero, como si fuera con la propia Bod Dereck en su caballo blanco, precioso como siempre, felicidades.

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